Archive for septiembre 2011

30 libros

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En internet ha aparecido algo llamado "el reto de los treinta libros". Yo me enteré por la página de Alberto Chimal Las Historias y me pareció divertido. He estado buceando en la memoria para encontrar los libros que cumplen las categorías y aquí está el resultado:

1 Uno que leí de una sentada. Varios caben en esta categoría. Entre los mejores, creo que recuerdo más El Viejo y el Mar, de Hemingway. Es un libro lo bastante pequeño para que cualquiera lo lea en una sola sesión. Pero ante todo es un libro muy hermoso, tan hermoso que ha llegado a ser un clásico infantil. Y es, también, uno de los pocos que he compartido. Mi hermano, un no-lector natural, lo leyó con agrado.

2 Uno que me demoré mucho en leer. Supongo que en esta categoría ganará La Montaña Mágica, de Thomas Mann, ¡cuando termine de leerla!. El ambiente en esta novela, que trata sobre enfermos, es tan enfermizo que el lector necesita darse un tiempo entre leídas para no caer enfermo él mismo. Pero por lo pronto este lugar lo ocupa Así Hablaba Zaratustra. Cuando le leí, hace como diez años, lo empecé con avidez, era mi primer libro de Nietzsche y me había formado una buena opinión del filósofo, pero a medida que trascurrió la lectura se me hizo bastante confuso. Ahora sólo recuerdo el argumento general y algunos pasajes. Con todo creo que es un buen libro, aunque no el mejor de Nietzsche.

3 Uno que sea un placer culposo. ¡El Libro Vaquero! Es lo único por lo que puedo sentir "culpa" de haberlo leído. Cuando era niño en mi casa no había libros, salvo los de texto. Mis tíos leían El Libro Vaquero, Las Aventuras de Kalimán, etc. y debo reconocer que no me desagradó leerlos. En realidad algunas de las historias fantásticas que más recuerdo las leí en el Libro Vaquero. Para redimirme, debo decir que hace ya rato (casi 20 años) no leo ningún ejemplar, y ni siquiera sé si se publica todavía. Pensar en un libro "serio" en esta categoría es difícil, porque lo que es placentero no es culposo, y viceversa. Puedo mencionar aquí los libros de Carlos Cuahtémoc Sánchez (lectura obligada en la preparatoria) o El Alquimista, que en realidad es una degradación de un bello cuento llamado Historia de los dos que Soñaron, que leí en un libro de texto gratuito. Sin embargo, de todos estos, el único que recuerdo con placer es El Libro Vaquero.

4 Uno que le gusta a todos (o a muchos) pero no a mí: Más que del libro, puedo hablar del escritor; Carlos Fuentes es un autor que no me gusta. Lo digo después de haber leído algunas novelas: Aura (la mejor), Instinto de Inés, La Campaña, y la que ubico en este lugar, a pesar de que muchos la consideran indispensable: La Muerte de Artemio Cruz. Fuentes escribe "bien", pero da la impresión de que nunca tuvo la capacidad de liberar lo que Vargas Llosa llama "demonios", o de que no los tiene. Demasiado académico, nunca se dejó ver del todo, ni siquiera oculto detrás de un libro. Aún así, leeré Gringo Viejo, porque me interesa saber cómo noveló la muerte de Ambrose Bierce.

5 Uno de viajes: Se me ocurre que aquí puede caber el tercer tomo de la compilación de la obra periodística de García Márquez editada por Editorial Diana: De Europa y América, en la que Márquez escribe con belleza de temas que van de lo trascendente a lo trivial y es, en cierta forma, un libro de viajes. Sin embargo, en este apartado tengo mi favorito, que, si bien no es estrictamente de viajes, sí es escrito por un hombre que viajó, y vivó (en todas las formas en que se puede vivir), mucho. La serie Radiaciones son los diarios de Ernst Jünger, un representante del mejor humanismo alemán y además autor de uno de mis libros favoritos: Tempestades de Acero. En particular me tocó visitar algunos lugares al tiempo que leía las descripciones que de ellos hacía Jünger, lo cual resultó sorprendente y agradable.

6 Uno de un Nobel. De nuevo, más que hablar de un libro, tendría que hablar de un autor. Vargas Llosa es simplemente el mejor escritor vivo en lengua española, y uno de los hombres que más ama la literatura. En cualquiera de sus novelas, obras de teatro o ensayos, se nota una calidad y una inteligencia que rayan en el genio. La Guerra del Fin del Mundo es la gran novela de su madurez creativa. Fue escrita a lo largo de ocho años y es una de las obras maestras de su autor. Vargas Llosa siempre me ha sorprendido por su maestría en el manejo de los diálogos. Sus personajes dialogan en el tiempo, en el espacio, entre ellos y con el narrador mismo. Sin embargo en esta novela se muestra puramente descriptivo. El libro sube de intensidad a medida que avanza y en las últimas páginas (en mi edición de alfaguara son cerca de ochocientas) la tensión es tal que uno no sabe cómo puede terminar. Una de las mejores novelas que he leído.

7 Uno muy divertido. De los libros ligeros y divertidos, los de Salgari son los que más. El príncipe Sandokan inicia una guerra de venganza contra las potencias marítimas (Inglaterra, Holanda, Portugal) que han matado a su familia y lo han despojado de su trono. Sandokan es un héroe que no descansa. Viaja a través de mares, selvas, ríos; se enamora de la hija de un inglés enemigo a muerte... Tampoco descansa el lector, que quiere saber más cada vez de las aventuras. No recuerdo bien si es en Los Tigres de la Malasia en el que Sandokan toma un veneno para que lancen su cuerpo al mar, despierta justo antes de ahogarse y es rescatado por sus hombres, que lo siguen en barco, un ejemplo de las vivencias del personaje. Paco Ignacio Taibo II acaba de sacar El Retorno de los Tigres de la Malasia, que habrá qué leer.

8 Uno para leer por fragmentos: Pocos libros pueden estar aquí. Pienso en El Libro de la Imaginación, de Edmundo Valadés, pero me decido por El Libro de los Sucesos, de Asimov. Asimov era una enciclopedia andante, y éste libro es sólo una prueba. Está colmado de datos curiosos y entretenidos. Acaba con mitos, muestra eventos olvidados cometidos por mentes retorcidas, contiene datos impresionantes. Mucha gente debe estar familiarizada con partes de este libro, aunque no lo sepan. Los almanaques solían traer, en el reverso de la hoja del día, un dato curioso extraído de él. Es difícil de conseguir en español, porque ya no se edita, pero recorrer las librerías de viejo vale la pena.

9 Uno con una excelente versión cinematográfica: Es posible hacer una buena película de un mal libro. El mejor ejemplo de esto es El Padrino, de Mario Puzo; a partir de una novela mala el director Francis Ford Coppola y, principalmente, Marlon Brando, hicieron una buena película. Lo contrario no ocurre nunca. Decir que John Steinbeck es uno de los mejores escritores de la literatura estadounidense es redundante, pero cierto; es, también, un escritor muy cercano a México. Tal vez su mejor novela es Al Este del Edén. La comparación entre la novela y la película es simplemente imposible. Esta se centra en la parte final. Desde luego, la descripción del valle Salinas y de las generaciones anteriores no puede caber en ella. El libro contiene demasiada literatura para que pueda caber una pantalla de cine. Sin embargo, la película es buena.

10 Uno con una pésima versión cinematográfica: El Perfume, de Patrick Süskind, es un best seller, y por lo tanto me mantuvo alejado durante mucho tiempo. Sin embargo hay que leerlo para saber que se trata de una verdadera obra maestra. Süskind tamibén es autor de otros libros interesantes, Un Combate y Otros Relatos, La Historia del Señor Sommer, La Paloma; que constatan que es un buen escritor. La película es muy mala. Las descripciones del ambiente, de los olores, de la las manías de Jean Baptiste Grenoulle simplemente no pueden ser atrapadas por una cámara. Un hombre que logra captar mediante el olor la esencia misma de las personas, no puede caber en un mundo visual y auditivo, esta condenado a vivir en el reino de los olores, confinado al exclusivo mundo de la letras.

11 Uno que me haya motivado a visitar algún lugar: En realidad casi no salgo de mi casa, y mis viajes se limitan al centro de la ciudad de México. Dentro de éste perímetro se encuentran algunos de los lugares que revisité con mayor interés después de leer Juárez y su México, de Ralph Roeder. A pesar de que sus actuaciones públicas datan de hace 150 años, Juárez sigue causando grandes odios y rencores entre mucha gente. Lo cierto es que se trata de uno de los más grandes políticos de occidente y su figura se compara a los clásicos. El tiempo de Juárez es el más estudiado de la historia mexicana, y las obras dedicadas al tema forman una enorme biblioteca per se. Sin embargo, lo más sobrio, sincero y sin prejucicios que he leído ha sido obra de dos extranjeros, Ralph Roeder, estadounidense, y Pedro Pruneda, español. Los sitios que he visitado son el Palacio Nacional y el panteón de San Fernando, donde se encuentran los restos del héroe. En este panteón, y a sólo unos metros del mausoleo de Juárez, se encuentra la tumba del antihéroe, Miguel Miramón (Miramón, el Hombre, de José Fuentes Mares es bueno, pero con evidentes tendencias conservadoras), como si los dos hombres estuvieran en guerra eternamente. Concha Miramón lo entendió así y decidió trasladar los restos de su esposo a Puebla, la ciudad que en vida tan bien lo acogió.

12 Una biografía: Alejandro Magno, obsesionado con dar a conocer su imagen, se lamentaba constantemente de no haber tenido a un poeta como Homero a su servicio; tan grandes eran sus logros. No hubo poetas, pero de Alejandro se ocupó uno de los historiadores más serios y honestos que ha dado la humanidad. No es ninguna exageración, Flavio Arriano tendría que ser lectura obligada de historiadores y periodistas. Hay una bondad y buena fé en este libro como en pocos. Escribe a cuatro siglos de distancia de los sucesos que narra, y tiene que averiguar entre la verdad y el mito, y se lo hace saber al lector. Arriano no juzga, sólo pone a consideración todas las voces y todos los acontecimientos. Y vaya que le tocó un personaje complicado. Alejandro Magno llegó a ser adorado como un Dios en vida, y sus proezas militares no tienen comparación. Sus conquistas sólo fueron superadas por el Imperio Romano a lo largo de varios siglos; él lo hizo en diez años. La Anábasis de Alejandro es mejor y más completa biografía que la de Plutarco; pero es, de manera injusta, poco conocida.

13 El primer libro que leí en la vida: Una novela, Thais, de Anatole France. Aunque el personaje principal no es Thais, sino Pafnucio, Abdad de Antinoe, un hombre de los primeros tiempos del cristianismo que, viviendo como un asceta, de pronto siente la necesidad de salir del desierto e ir a Alejandría, ciudad del pecado, y salvar a una joven que arrastra, junto con la suya, a varias almas al infierno. Con el encuentro inicia una lenta pero inevitable transmutación, en tanto la bella Thais recibe paulatinamente a Cristo y se convierte en santa, Pafnucio es tentado por demonios y abandonado por los ángeles. Al final enloquece: el santo ruega por el amor carnal, sólo cuando el alma de la mujer que antes le ofreció su cuerpo asciende al cielo y es recibida por los ángeles. Para mí, fue un excelente inicio.

14 Uno que haya odiado hace años y que hoy admire: No recuerdo haber odiado un libro. Tal vez lo más cercano a eso haya sido La Biblia, aunque tampoco recuerdo haber tenido una aversión particular por ella. Pero dada la edad y el contexto en el que uno la conoce, y dado que sus lectores no dan muestras de gran civilidad, no se antoja mucho leerla, aunque se trata de un libro bastante difundido y en mi casa ha habido siempre dos o tres ejemplares. Lo que sí es cierto es que mi admiración por la biblia ha crecido con el tiempo. No practico ninguna religión y para mí no es un código moral, pero eso no me impide reconocer la grandeza del compendio. Admiro en particular al escritor del Génesis, cualquiera que haya sido, y a San Juan Evangelista.

15 Uno que haya amado hace años y del que hoy reniegue. Tampoco hay un libro que pueda poner aquí, lo cual tal vez indica que no he evolucionado como lector. Por no dejar en blanco incluiré Canek, de Ermilo Abreu Gómez. Cuando estaba en la primaria, el fragmento que leí me pareció muy bueno. Años después, cuando tuve la oportunidad de leerlo completo, no me lo pareció tanto.

16 Uno ruso que sí haya leído. Un día en la Vida de Ivan Denisovich, de Solzhenitsyn. Es una narración muy buena en la que no pasa nada, sólo la descripción de uno de tantos días de uno de tantos presos en un ambiente que parece bastante natural, y en eso consiste su horror. Solzhenitsyn realmente sabía de lo que hablaba, porque él mismo estuvo preso en un campo de concentración ruso en esas condiciones, y era fácil que el libro se convietiera en un libelo. Pero se limita a exponer los hechos sin matices de ningún tipo. Sin embargo, este apartado me hace ver que de verdad no he leído a los rusos. La Muerte de Ivan Illich y Taras Bulba, son las otras novelas que recuerdo, además de algunos cuentos.

17 Uno de Este año: Musofobia. El libro no es de este año, pero yo lo leí en enero. Harmodio es un escritor joven radicado en París y ésta es su primera novela. Un libro que disfruté mucho. Si bien tiene una historia central, también tiene cuentos y partes escritas en forma de entradas de un blog. Hay correos electrónicos, comentarios, y una frase que define al personaje central:

sabado.nidito.de.amor(21/mar/05/6:30) No es mi imaginación: hay un ratón en la casa. Ayer le pedí a co.amante que, si pretende abandonarme lo mate antes de irse porque yo les tengo fobia.

18 El que más veces he leído: Las novelas de Yasunari Kawabata tienen una estética, unos valores, y una frialdad tales que parecen un mundo lejanísimo y extraordinario en donde todo es ritual. Habitado por suicidas, es difícil determinar en qué momento en él se sufre o se goza. En las entrañas de ese mundo vive Eguchi, un hombre poco menos que desconocido que por algún tiempo visita cierto lugar (¿en busca de placer?, ¿de dolor?) en el que la vejez y la muerte se vislumbran con nitidez. El mundo es onírico (Historias en la Palma de la Mano), y despiadado (Lo Bello y lo Triste), y tiene tal conjunción de cualidades que es también, para mí, inefable (La Casa de las Bellas Durmientes).

19 Uno que me haya sorprendido por bueno. Son extrañas las razones por las que algunos escritores se vuelven famosos. En tanto hay unos tan malos y conocidos como Saramago, hay otros muy buenos totalmente olvidados. Sergio Galindo escribió mucho, pero no logró trascender. Si acaso es recordado será, tal vez, porque fue director de Bellas Artes en la década de los 70. Sin embargo, dentro de todo, escribió ¡Oh Hermoso Mundo!, una colección de cuentos excelente. Ambientados en Europa y con algunos tan buenos como los mejores que se han escrito en este país.  De esta colección escribió el periodista Pablo Sol Mora:
"La obra de Sergio Galindo no fue, es verdad, una sucesión de aciertos e incluso tuvo caídas inexplicables. Más allá de ésto Galindo fue un escritor que consideraba a la literatura como una verdadera vocación y que muy pronto resolvió que consagraría su vida a ella. La literatura no suele ser tan injusta que no recompense este esfuerzo con un puñado de páginas de gracia. En algunos de estos cuentos Galindo alcanzó esas páginas. No es un logro menor".

20. Uno que me haya sorprendido por malo. Ya lo dije. Saramago tal vez tiene el triste honor de ser el escritor malo más famoso en el mundo (incluso ganó el Nobel). Es cierto que este libro no me sorprendió. Ya tenía una idea de lo que Saramago escribió antes de leerlo. Es una afrenta para las letras portuguesas que muchas personas lo consideren el mejor novelista de la lengua, y una afrenta aún mayor a la obra y la memoria de Eza de Queiroz. Ensayo Sobre la Ceguera quedó desnuda, más aún, después de que leí El País de los Ciegos, de H. G. Wells. Cualquiera puede notar la diferencia de tratamiento que le da a un mismo tema alguien sin ideas y un maestro.

21 Uno de cuentos: Los otros cuentos (Eróstrato, La Infancia de un Jefe) son más rebuscados, y con el paso del tiempo se han ido borrando de mi memoria. Pero El Muro, título del cuento que le da nombre al libro, es uno de los mejores que he leído. El argumento es sencillo, la narración es directa: Un conjunto de hombres va a ser fusilado contra un muro durante la guerra civil española. Desde su celda pueden oir las descargas que inician ya con la salida del sol. Como argumento contra la pena de muerte bien vale la pena. Leerla, narrada por Sarte es una buena manera de encarar la idea de una ejecución. Una en la que todos estamos de espaldas, contra el muro.

22 Uno de poemas. El ajedrecista sirio Stamma publicó un libro titulado Cien Posiciones Desesperadas. Aparentemente, esto inspiró a Neruda para nombrar al más famoso de sus libros: Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada. El título, por sí mismo, tiene algo de poesía. Casi cualquiera de los poemas de Neruda está al mismo nivel que los demás, y bien podría incluir aquí Los Versos del Capitán, sin embargo, en este librito viene incluido el mejor, el poema veinte: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche..." Neruda no es un autor profundo, pero sí es musical. Su lenguaje es transparente y agradable, y también es de los pocos poetas que han podido conseguir el premio Nobel.

23 Uno que me gustaría volver a leer en la vejez: La Casa de las Bellas Durmientes es una novela de ancianos. Me gusta leer esa novela; creo que la he leído 7 veces y me gustaría leerla en la vejez, si es que llego. Por otro lado ese ya lo mencioné, así que en este lugar pondré a Las Confesiones de un Pequeño Filósofo. Azorín escribe como un niño y hace recordar siempre la infancia, y esa es la razón por la que creo que leerlo en la vejez debe ser a la vez placentero y doloroso. Todos sus escritos son claros. Éste en particular está lleno de recuerdos, experiencias y anécdotas de sus tiempos de estudiante. Algo digno de leer porque uno empieza a recordar que le sucedían cosas parecidas en esa época, y con el tiempo se han ido olvidando.

24 Uno que no le prestaría a nadie: Supongo que no prestaría mi libro autografiado por Karpov, pero eso es otra cosa. La colección completa de A la Busca del Tiempo Perdido, de ediciones Valdemar es el libro que más aprecio y uno que no prestaría nunca. Antes dije que no he leído la obra completa. Lo haré en algún  momento. Por lo pronto tengo la excusa de que no lo tengo conmigo. Sin embargo Proust es mi escritor favorito. Ha escrito la mejor novela del siglo XX aunque pocas personas lo reconocieron así cuando comenzó a editarse, y aún hoy tiene muchos detractores. Proust es "diferente", con un estilo nostálgico que algunos llaman "enfermizo" de manera injusta. Es también el escritor más grande que he conocido. Basta leer una sola frase, un renglón, incluso, para saber que se trata de un escritor superior.  Y si algo está presente a lo largo de la obra es una gran fuerza y la comprensión de que la vida no es nunca suficiente y por lo tanto la única forma de salvarse es a través de la literatura. Proust lo logró. Trascendió a su tiempo y a su entorno a través del arte, y al hacerlo también llevó consigo ese ambiente que en vida lo rodeó.

25 Uno para aprender a perder. Mi sensación final al terminar de leer El Diario de Ana Frank fue de derrota. Ana y su familia pasan la Segunda Guerra Mundial ocultos sólo para ser descubiertos pocos meses antes de su fin. Cierto que es una alegoría de la derrota sufrida por miles de europeos y en general de la humanidad, y que uno sabe desde el principio que así será, pero no por eso el golpe deja de ser duro. En particular mi edición tenía varias páginas al final que eran un catálogo de publicaciones, pero absorto como estaba en las últimas páginas, pasé aquello por alto y el impacto fue mayor, al ver que el libro se había acabado y sólo seguían algunas notas acerca del destino de Ana y los demás. Más que para ganar o perder, hay que leerlo para no repetir.

26 Uno que asocie con la música que me gusta. Antes dije que Tempestades de Acero era uno de mis libros favoritos. Es el único que puede caber en este caso. Coincidió que lo leí en una época en que me regalaron unos conciertos de Vivaldi. En particular escuchaba mucho el Concierto para Flauta y Cuerdas pv 79 con Hans-Martin Linde en la flauta. Desde entonces asocio una obra con la otra. El libro de Jünger es un recuento de las notas que el autor escribió durante su participación en la Primera Guerra Mundial.

27 Un libro que me regalaron y no me gustó: Noticias del Imperio, de Fernando del Paso. Muchas personas consideran que ésta es una novela muy buena. A mí me pareció más bien un buen libro de historia. Me hubiera gustado que fuera diferente. La novela es demasiado grande y abarca demasiadas cosas. La lectura es lenta. Los personajes viven por el narrador, ya que casi no tienen voz propia y cuando la tienen no es nada excepcional. Juárez sigue siendo un personaje que se le escapa a los novelistas y en ésta no es la excepción. En cualquier caso agradezco mucho a quien me lo regaló. Tal vez mi apreciación cambie con el tiempo.

28 Uno que me haya asustado: Colapso, de Jared Diamond. No termino de leer este libro, pero lo que he leído me ha vuelto pesimista en cuanto a nuestro futuro como especie, aunque Diamond aclara que su intención es lo contrario. El libro analiza las caídas de imperios y civilizaciones en el pasado y alerta sobre lo que podría pasar, ahora de manera global, si seguimos las viejas recetas de deteriorar el entorno y aniquilar especies. El desconocimiento de la mayoría de las personas del gran problema que viene es lo que hace que el libro me asuste.

29 Uno que me haya robado. Discuros, de Demóstenes. Me robé ese libro de una biblioteca pública hace muchos años. Creo que por esa época estaba leyendo una novela histórica y quise conocer a Demóstenes. Sólo lo tomé y salí con él. El libro vale porque muestra bien la muerte de Atenas como ciudad estado independiente y el surgimiento de Macedonia como potencia. Ninguno de los discursos concierne a Alejandro Magno, sino a su padre Filipo, un gran enemigo del orador.

30 Uno que pueda salvar vidas. En relación a esto he pensado en la biblia, por dos razones distintas. En primer lugar muchas personas juran que la biblia ha salvado sus vidas. Es discutible el verbo salvar, pero cambiar sí que lo puede. Por otra parte es el único libro que sé que ha salvado una vida, literalmente. Hace algunos años en la televisión dieron la noticia de que un soldado colombiano, en lucha contra las guerrillas, había recibido un balazo en el pecho. La bala rompió la guerrera y quedó incrustada a la altura del corazón. Sin embargo, el soldado no recibió ningún daño: cargaba en el bolsillo una pequeña edición del nuevo testamento que sirvió de escudo y evitó la muerte del hombre. Pero el libro que más se acerca a esto, para mí, es uno bastante opuesto a la biblia. El Mundo y sus Demonios no es de divulgación científica, a pesar de que su autor, Carl Sagan, es uno de los mejores divulgadores del siglo pasado. Es la exposición clara de que la ciencia, con los defectos que tiene, no es un conjunto de conocimientos, sino el mejor método que ha desarrollado el hombre para obtener la verdad. Es también un argumento a favor de la verdad, sea cual sea, en contra de una mentira consoladora. Si no me salvó, por lo menos hizo que me decidiera por estudiar una carrera científica, además de ser uno de los libros que más ha influido en mi vida diaria.

Truman Capote: para qué sirve la literatura


A pocas personas (en realidad sólo a una, que no nombraré) les he recomendado leer. A veces, más de las que puedo contener, tengo intenciones de hacerlo de nuevo, de recomendar este o aquel libro, de hacer una apología de la lectura y hablar de sus grandes beneficios. Casi siempre me contengo. Justo cuando quiero hacer labor de maestro de primaria me asalta una carencia de argumentos que me hace quedar callado. ¿Por qué tendría alguien que leer, después de todo? Leer no te hace más rico, ni más inteligente, tampoco te da éxito social. Además, las consabidas cultura y buenas formas para escribir, en realidad son un producto secundario: se pueden adquirir de maneras más directas y seguras.  El placer también es relativo. Para leer a Homero hace falta una base humanística e histórica bastante amplia, La Ilíada y La Odisea requieren lecturas previas. Asi que, carente de buenos argumentos, a las personas que aprecio, decido no recomendarles nada.
A Sangre Fría me ha dado un buen pretexto. Se trata de la novela más famosa de Truman Capote y, películas de por medio, su argumento es bastante conocido. A Holcomb, un pueblito triguero en Kansas situado en el corazón de los Estados Unidos, le sucede algo totalmente extraordinario. Una noche de luna, a mediados de noviembre de 1959 un par de forasteros, Perry Smith y Dick Hickcock, con la intención de robar, llega al pueblo, entra en la casa de los Clutter (Papá Herb, mamá Bonnie, la hija Nancy y el hijo menor, Kenyon) y mata a toda la familia. Los asesinos han viajado 1200 km ida y vuelta desde su lugar de origen para perpetrar, en  menos de una hora, un robo que les genera en ganancias un radio portatil, unos binoculares y cuarenta dolares. Menos de lo que les costó el viaje.
El crimen es cosa de locos. Sin un sentido aparente y con saña exagerada. Al enterarse de los detalles, uno no puede dejar de preguntarse qué hace que alguien sea capaz de cometer un delito. ¿Acaso todos, en las mismas condiciones, actuaríamos igual? Cuando son detenidos, los asesinos lo aceptan con serenidad y una alarmante indiferencia.

"Creo que los dos estábamos como drogados. Yo, desde luego, sí Excitadísimos y al mismo tiempo aliviados. No podíamos dejar de reir, ninguno de los dos. De pronto todo parecía divertidísimo, no se por qué; era asi. La escopeta goteaba sangre, y mis ropas estaban manchadas. Tenía sangre hasta en el pelo."
"¿Que si lo siento? No. No siento nada en absoluto. Y quisiera que no fuera así. Pero nada de aquello me causa preocupaciones. Media hora después, Dick me contaba chistes y yo me reía a carcajadas. Quizá no seamos humanos."

Pero de los criminales, Perry Smith es el más humano. Capote le dedica mayor atención, aunque tal vez, sicológica y literariamente Dick sea más interesante. Pero uno se siente más tentado a entender a Perry por la vida que ha llevado. Si la historia no fuera real, uno pensaría que se trata de un cliché: Proveniente de una familia disfuncional, su padres, madre alcoholica, padre violento, obsequiaban a la familia con repetidas golpizas y violencia verbal. Una infidelidad de la madre provoca finalmente la separación y todos quedan al garete. Instalado en casas de asistencia le fue todavía peor:

"Tenía los riñones flojos y mojaba la cama todas las noches. Me humillaba mucho pero no podía controlarme. La gobernanta me pegaba muy fuerte, me insultaba y se burlaba de mí delante de todos los chicos. Venía a todas horas durante la noche para ver si había mojado la cama, me llevaba arrastrado hasta el cuarto de baño, me metía en la bañera, abría el grifo del agua fría y ordenaba que me lavara, yo y las sabanas. Cada noche era una pesadilla. Luego le parecio muy divertido ponerme una pomada en el pene. Era casi insoportable. Quemaba como fuego. Más tarde la despidieron del empleo. Pero eso no me hizo cambiar de idea, acerca de lo que me hubiera gustado hacerle a ella y a toda la gente que se burlaba de mí."

Cuando en el juicio se le ofrece ayuda espiritual contesta:

"Monjas y curas han hecho ya todo lo que podían hacer por mí. Tengo todavía las cicatrices que lo prueban."

Con ese coctel, aderezado con mil y un detalles, como un accidente de motocicleta que le rompe una pierna y lo hace adicto a las aspirinas, lo difícil sería no convertirse en un delincuente.
Pero la condición de los asesinos no es justificante; es sólo un lado de la moneda. En el otro esta la familia Clutter, una familia inocente, pero totalmente desconocida. Y la razón del asesinato la da el propio Perry, con más exactitud que cualquier criminalista:

"Yo conocí a los Clutter durante una hora, quizá. Si de veras los hubiera conocido, imagino que mis sentimientos serían diferentes. Que me sentiría asqueado de mí mismo. Pero tal como fue la cosa, era como disparar en un tiro al blanco de feria."

Para la posteridad, los Clutter dejaron de ser desconocidos: todos nos enteramos de la ruina de la hacienda, del arrendamiento de las tierras y de la venta, en subasta, de los últimos clavos que poseía Herbert. Sabemos que Bonnie tenia una enfermedad nerviosa, que Kenyon era miope y muy fuerte y que Nancy tenía una yegua, Babe, en la que montaba con su amiga Sue Kidwell. Al iniciar el juicio, la yegua es rematada en subasta y Sue sólo puede ver, a la distancia, cómo la llevan a otro rancho, para dedicarla al arado.
Con más de dos mil años de de antigüedad, la máxima socrática sigue siendo válida, sólo los ignorantes hacen el mal. Dick y Perry, durante el proceso llegaron a ser amigos de Capote y supieron del nacimiento del libro, tal vez no leyeron nunca las primeras partes de la novela. De haberlo hecho, bien pudieron haber sentido simpatía... y remordimientos.
En un tiempo, y en un país (México) en el que la violencia es cosa cotidiana e involucra a a hombres y mujeres cada vez más jóvenes (algunos de los asesinos más sanguinarios son niños) tal vez no estaría del todo fuera de lugar invertir un poco más en bibliotecas y un poco menos en armas.
Despues de terminar el libro, mis tesis siguen siendo válidas. No soy más inteligente, ni más interesante. Tal vez pude dedicar mi tiempo a otra cosa de mayor provecho. Pero la novela de Truman Capote me ha dado un buen pretexto para recomendarla: ahora estoy seguro de que nadie que la haya leído, de verdad leído, sería capaz de cometer nunca un asesinato. Al menos nunca un asesinato así, a sangre fría.

Logoi: ¡Vallejo escribió un ensayo!

Oculto apenas, entre la estridencia de la obra de Fernando Vallejo, se encuentra un libro que destaca por su sobriedad y belleza: Logoi, Una Gramática del Lenguaje Literario. El libro fue publicado en 1983, dos años antes de que el autor iniciara el ciclo titulado finalmente El Río del Tiempo. Tal vez esa era la época en la que lo podía hacer; a la postre, Vallejo se volvió novelista. Novelista de tiempo completo, en los libros y en la vida. Al grado de que sus ensayos también son "novelados". Fernando es un buen ejemplo del escritor "catoblepas" que menciona Vargas Llosa en Cartas a un Joven Novelista, vive absolutamente de "comerse" a sí mismo para producir su obra. "Ya no tengo nada que escribir", ha confesado recientemente. Como Gorostiza, se encuentra "ahíto" de sí.
Logoi no será una de sus obras más leídas. No puede competir con los provocadores títulos de El Desbarrancadero o La Puta de Babilonia. Se trata, más bien, de un libro para especialistas escrito por un especialista; un gramático que lo mismo cita obras en griego antiguo que en italiano, en inglés que en español, en francés que en latín. Y es también un libro que podría haberse subtitulado "Contra la Originalidad en la Literatura", ya que el ensayo parte de una idea atípica:

"Hasta hoy la crítica literaria ha estudiado a los escritores bajo el ángulo de su originalidad. Vamos a mirar el reverso de la medalla y a considerar la literatura como el reino de lo recibido, como el vasto dominio de la fórmula, del lugar común y del cliché."

Para dar cuenta de esta idea básica, el libro está dedicado a revisar todas las construcciones y giros que a lo largo del tiempo han sido patrimonio común y herencia de la literatura. Desde los poemas homéricos hasta la literatura del siglo XX, los teóricos y literatos muestran coincidencias gramaticales y semánticas que en conjunto forman un gran cliché del que todos se nutren, y que es bueno conocer, antes de reinventar la rueda:

"Una idea que, colocada al comienzo o en el medio de una frase, no tiene mayor encanto, se llena de gracia si se pone al final. Tal es el caso del pasaje de Jenofonte sobre Ciro: 'Como regalo le dió un caballo, una túnica, un collar, y la seguridad de que su país ya no sería saqueado'. Es la última cláusula de la frase, 'la seguridad de que su país ya no sería saqueado', la que le da su encanto, ¡tan extraña e insólita es la dádiva! Y el encanto se debe a la posición de la cláusula: colocada al principio se habría perdido".(Demetrio, Tratado sobre el estilo, citado por Fernando Vallejo)

Sinclair Lewis y Dumas, Proust y Homero, Virgilio y Borges; todos tienen algo en común: usan las mismas fórmulas para "escribir bien". Fórmulas que ninguno de ellos creó: de la aposición al quiasmo, de las gradaciones a la perífrasis, de la sinestesia a la enumeración, los escritores lo han hecho todo igual, y los orígenes de estas formas se pierden en "la noche de los tiempos" prehoméricos. Y, desde siempre, la fuente de la que han bebido los literatos ha sido la literatura misma:

"El Quijote, la obra cumbre de las letras españolas, es en parte un libro sobre otros libros. El ingenioso hidalgo, enamorado de la palabra escrita, cabalga tras una quimera literaria. El genio de Cervantes descubrió que la literatura, más que de la vida, se inspira en la literatura."
Sí. Vallejo escribió un ensayo. Cuando era crítico consigo mismo y diferenciaba entre la vida y la literatura, lo hizo. Fernando no es historiador, ni físico, ni biólogo: es literato. Esa es la profesión que más ama y esa es la que comprende. Al Fernando novelista lo conocemos bien; al Fernando ensaysita debemos buscarlo, no en La Tautología Darwinista, ni en Manualito de Imposturología Física (libros que sólo muestran la gran ignorancia del autor), sino en Logoi, Una Gramática del Lenguaje Literario.

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