Después de muchos contratiempos y cuando ya se dirigía a la corte de Francia, Colón finalmente recibió patrocinio de Isabel la Católica. El navegante genovés (aunque se discute su origen y hay quien dice que era español) había presentado antes su proyecto a la mayor potencia marítma de Europa, el reino de Portugal, en donde lo habían rechazado; Portugal ya tenía bastantes buenos descubridores y sus barcos ya llegaban a oriente rodeando África por el recién descubierto Cabo de Buena Esperanza. Ellos no necesitaban quien les enseñara a navegar... Pero los españoles sí. Estos no habían sido buenos navegantes. Incluso las posesiones de ultramar que poseían en ese entonces (y que son las únicas que España conservó después de la guerra del Maine contra los Estados Unidos y que tiene actualmente) las islas Canarias, fueron colonizadas por navegantes italianos (genoveses, porque en ese tiempo Italia no existía) y franceses. La leyenda dice que la reina tuvo que empeñar sus joyas para fletar los barcos y existe la idea gneralizada de que la corona había quedado esquilmada después de la guerra contra Boabdil por la recuperación de Granada. Sin embargo, como menciona Asimov en El Libro de los Sucesos, el costo del viaje no superaba el costo de uno sólo de los banquetes que la reina organizaba de manera casi cotidiana. Es mentira que los españoles no tuvieran dinero, lo que no tenían era confianza en la idea arriesgada de Colón. Los consejeros de la reina, con seguridad, se opusieron a tal aventura no porque dudaran que la tierra era redonda, cosa que ningún geógrafo serio dudaba en siglo XV, sino porque objetaban la idea, errónea, de que se podía llegar a oriente en los tiempos en los que Colón estimaba. Colón prometía llegar más rápido que por la ruta portuguesa de Buena Esperanza si se navegaba por el Atlántico hacia occidente, lo cual resultó no ser cierto. Colón subestimaba el radio de la tierra y es seguro que si América no hubiera estado en medio, a Cristóbal y sus tripulantes se los hubiera tragado el mar. Pero un nuevo mundo estaba ahí y el osado Colón fue favorecido por la diosa Fortuna.
Con las nuevas del descubrimiento, que Colón todavía no ponderaba bien a bien (en realidad nunca supo que había descubierto un nuevo continente), llegó el navegante a Europa y, en una descortesía hacia los reyes de España, casi cercana a la traición, el 6 de marzo de 1493 visitó al rey Juan de Portugal y le participó detalles del viaje. Con este monarca se quedaron un par de tripulantes portugueses que habían acompañado a Colón en su primer viaje a América. De inmediato fueron interrogados exhaustivamentes y los consejeros del rey propusieron el asesinato de Colón para sacar provecho del nuevo descubrimiento. El rey preparó de inmediato una flota, tal vez comandada por Francisco de Almeida, un conquistador que más bien es recordado por sus andanzas en África y Asia, para explorar las tierras recién descubiertas. Según algunos historiadores de la época, ésta expedición trajo noticias de la existencia de Brasil. Cuando algún tiempo después el rey formalmente reclamó derechos portugueses sobre los nuevos descubrimientos, los españoles se mostraron dispuestos a dialogar, pero amenazaron con no permitir la salida de ningún barco portugués hacia las Indias. El arbitraje del papa Alejandro VI fue necesario.
En el año 1479 Portugal y España habían firmado el tratado de Alcázovas, un acuerdo por medio del cual los portugueses reconocían a España como dueña de las disputadas islas Canarias, en tanto que España reconocía a Portugal como dueño de las Azores, Madeira y cualquier tierra descubierta al sur de estas propiedades. Esos vagos términos sirvieron a los portugueses para reclamar como suyas las tierras recién descubiertas por Colón.
El papa Alejandro VI expidió cuatro bulas, llamadas bulas alejandrinas, para resolver el problema. Se estableció un línea norte-sur a través de del Atlántico 100 leguas (más o menos unos 500 km) al oeste de las Azores que ambas potencias aceptaron respetar.
No tardaron los portugueses en intuir que aquellas bulas los podían dejar sin ninguna participación de las nuevas tierras y se las arreglaron para convencer a los reyes de España de que eran necesarios nuevos tratados. Los españoles no deseaban una guerra y decidieron negociar unos nuevos límites: Movieron la línea a 370 leguas de Cabo Verde. La magnitud de éste cambio puede apreciarse mejor en el siguiente mapa moderno
Más que un tratado para "preservar la paz" parece que Portugal hubiera conseguido un botín de guerra. ¿Cómo fue ésto posible? los reyes de España de verdad eran buenos negociantes en los asuntos internacionales y eran reconocidos como tales y la existencia de España como nación desde el siglo XV (cuando las unificaciones de Italia y Alemania se dieron en el tardío siglo XIX) se debe a la reina Isabel. Una razón de ésta pérdida es que ambos países estaban negociando más o menos a ciegas y los españoles pensaron que en realidad no estaban cediendo nada, en tanto que la principal preocupación de los portugueses era conseguir mar abierto para navegar en el Atlántico y evitar la navegación de cabotaje. Pero, más profundamente, la composición de los grupos plenipotenciarios también es ilustrativa: en tanto que por el lado de Portugal estuvieron en Tordesillas navegantes, geógrafos, conquistadores y marinos; por parte de los españoles estuvieron "grandes de España", burócratas madrileños que nunca habían estado en un barco, no se consultó a Colón ni a ningún otro experto en la materia. ¿Los potugueses sabían de la existencia de Brasil? Afirmarlo es ir demasiado lejos, pero la idea existe y se basa en algún mapa del siglo XVI y en el hecho de que cuando, décadas más tarde, Magallanes circunnavegó el planeta, sabía de la existencia del ahora llamado estrecho de Magallanes. Pero después de todo, como menciona el historiador inglés Hugh Thomas, la derrota de España en este tratado empezó cuando aceptó que tenía algo que negociar. España perdió territorios en América posteriormente a manos de ingleses, franceses y holandeses y sufrió la independencia de sus colonias. También perdió las posesiones en el magreb y, en el siglo XIX, Cuba, Puerto Rico y Filipinas; estas pérdidas dan testimonio de la lenta pero inevitable decadencia del imperio español. Analizar las causas de esa debacle es algo que los españoles actuales deben hacer, pero la pérdida del enorme territorio del actual Brasil es una buena muestra de los muchos errores que se repitieron en los siguientes cinco siglos.
La importancia de las comisiones que deteminan los tratados no es poca. En México, los tratados de Guadalupe-Hidalgo y McLane-Ocampo son ejemplos en los que, dadas las circunstancias, México salió bien librado. El Tratado de Tordesillas es un ejemplo, de los muchos que hay en la historia de España, de lo nociva que ha sido la corte arribista en Madrid. Brasil llegó a ser con el tiempo la colonia más importante de Portugal, refugio y sede central del imperio a principios del siglo XIX, cuando Juan VI abandonó la península por la llegada de Napoleón, y es, actualmente, el país más grande e importante de lengua portuguesa. Todos esos beneficios, que han tenido un valor incalculable, se deben a la astucia de un puñado de hombres.
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