Es sabido que en el año de la formación de Israel como estado independiente, la presidencia del nuevo país le fue ofrecida al judío más famoso de la época, Albert Einstein. También es sabido que, con el gran tino político que sorprendentemente tuvo, Einstein agradeció el honor pero declinó la invitación. Lo que no es muy conocido, es que Ben-Gurión, el artífice de la independencia de Israel, comentó poco después: “Se la ofrecimos porque no teníamos otra opción, pero nos hubiera metido en un gran lío si hubiera aceptado”. Ésta anécdota probablemente sea falsa, pero retrata bien la personalidad del físico Alemán: estando un día en su casa, su esposa entró a su oficina y le dijo, el embajador de Israel está aquí y quiere verte. Al ver que Albert se disponía a recibir al diplomático con el aspecto desaliñado de sus últimos años, la mujer lo reprendió, -deberías al menos cambiarte de ropa. Y el genio le contestó con una frase digna de Cristo, -dile al embajador que, si me quiere ver, aquí...