Archive for julio 2011

Dumas, todo es posible

Alejandro Dumas, con su larga producción, se cansó de demostrar que cualquier cosa, por inversosímil y fantasiosa que parezca, puede ser literatura. Cuando este "prodigio de fecundidad" se ponía a escribir, ideas no le faltaban. A diferencia de la mayoría de los escritores, sobre todo los actuales, que muestran una alarmante carencia, el francés derrochaba imaginación en proporciones -nunca mejor dicho- bíblicas. Da la impresión, cuando uno lee sus novelas, de que no podía detenerse una vez echada a andar su maquinaria creativa. Tan impresionante resulta que hay quienes dicen, tal vez con una matizada "verdad", que se trata de una obra colectiva creada, sí por Dumas, pero también por un grupo de negros literarios, la mayoría de los cuales ha quedado en el anonimato (Auguste Maquet es el más conocido). En todo caso, la comunidad entera prodigaba imaginación.
El grandísimo escritor que era, logró lo que no pudieron sus contrapartes latinoamericanas del siglo XX, los escritores folletinescos como Vargas Vila o Vargas Dulché: credibilidad. Si antes de leer Los Tres Mosqueteros alguien pidiera un breve y conciso resumen, encontraría tal galimatías que de inmediato se eximiría de leer esa cantidad de contrasentidos. "La diferencia entre la ficción y la realidad es que la ficción tiene que ser verosímil" es una frase que a Dumas no se aplica. Tesoros medivales, princesas de belleza cervantina, pordioseros convertidos en príncipes, príncipes arrastrados a la miseria como en un cuento de hadas,... ¿Cómo le hace el buen Dumas para que sus lectores, desde la chusma francesa del siglo XIX hasta los acartonados premios Nobel del siglo XXI caigan rendidos ante su literatura? ¿Cómo es que vuelve sus vicios una virtud? A riesgo de no decir nada, diré que por el "estilo", o, más bien, por lo que hace el estilo; y lo que hace es matar al crítico que vive, hoy más que en sus dias, en el corazón de cada lector. No lo deja siquiera nacer. En el primer momento en el que el lector podría reparar en que lo que lee es exageradamente increible, ya ha sido hipnotizado por la lectura, y en lugar de reclamar quiere seguir leyendo. Nunca deja que el lector piense o, acaso, respire. Como los buenos boxeadores, una vez que empieza a golpear no deja de hacerlo; hasta el punto que uno le acepta todo, con tal de que siga contando, aun cuando las exageraciones van in crescendo: Un libro de 1500 páginas, si es de Dumas, se lee en cinco dias.
Desgraciadamente, ese mismo manantial de imágenes y situaciones retorcidas convierte la mayoría de las veces a la literatura de Dumas, como a la de Salgari, en literatura de aventuras: novelas que, en ocasiones, son SOLO de aventuras. Ese fue su gran error. Como dijo alguna vez Flaubert acerca de Balzac, "qué gran escritor hubiera sido si hubiera aprendido a escribir", si hubiera "contenido" mejor esa creatividad. Me vienen a la mente tres novelas que, por razones distintas, se echaron a perder después de un muy buen comienzo: Drácula, de Bram Stocker, El Callejón De Los Milagros, de Naguib Mahfuz y El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas; de las dos primeras hablaré en otra ocasión, y en el caso de esta última sería exagerado decir que se "echó a perder". Más bien el escritor francés nos regaló una primera parte (desde la llegada de El Faraón a Marsella hasta la fuga de Edmundo Dantes del castillo de If, algo así como 260 páginas) en la que se contiene y mantiene a raya el número de personajes y todo lo que sucede, sin salirse del estilo, es bastante "creíble". Esas páginas son de lo mejor de Dumas y, a mi juicio muy probablemente errado, de las mejores de toda la literatura universal. Como el Quijote, en otro arranque de novela maravilloso, el desamparado Edmundo se bate contra los molinos de la injusticia y de la maldad humana sólo para ser, como el caballero andante, derribado por el sistema que lo aplasta sin compasión y lo hace pasar quince años encerrado en un sótano sólo por estar en el barco y momento equivocado, que así de injusta puede ser la vida a veces. Lo que viene después es historia, y contiene el tema principal de la novela: una venganza contra todo y contra todos en la que el lector (y quién de nosostros no espera una revancha en la vida) que ya padeció en el calabozo, ahora disfruta siendo uno con el personaje.
A propósito, una de las sonrisas más sinceras que le he dado a la vida -que no me corresponde, y más bien, como dice Santiago Gamboa, me hace muecas como si algo le provocara risa nerviosa- la dibujé cuando no hace mucho oí en una plática a Benito Taibo decir que en sus largos años como promotor de la lectura, la cosa más extraordinaria que le había pasado era haber sido invitado, por la Secretaría de Gobernación, a las terroríficas Islas Marías a convencer a los criminales más violentos de México de que leer, después de todo y aun en sus condiciones, no era tan malo. ¡Vaya tarea!, si ya la gente decente no quiere leer, ¡qué se podía esperar de esos criminales! ¿Qué es lo que iba a hacer? ¿Hablar, tal vez, de la importancia de la lectura? ¿Decirles que se perdían de un gran placer? ¿Pasarlos a leer al frente como en la primaria? No, como el abuelito amansa mulas de Vallejo, Benito Taibo busco una silla, se sentó, cruzó las piernas y empezó a leer en voz alta. La primera tarde dos despistados lo escucharon, la siguiente fueron diez, la tercera se habían duplicado, y para la cuarta ya nadie cabía en el recinto. Los presos se arremolinaban en la entrada para escuchar la lectura. ¿Pero qué estaba leyendo Benito Taibo que tanto le interesó a los presos en las Islas Marias? ¡Desde luego!  ¡Estaba leyendo El Conde de Montecristo! El director tenía miedo de que los presos, inspirados por el conde, pensaran en escapar. "Nadie lo hizo, hasta donde se sabe -dice Benito- pero estoy seguro que en aquellos dias, y por aquellas horas, esos hombres fueron libres".
Carl Sagan escribió: "la alfabetización es el camino que lleva de la esclavitud a la libertad. Hay muchos tipos de esclavitud y muchos tipos de libertad. Pero leer sigue siendo el camino". Seamos todos más libres, leyendo a Dumas.

Henri Bergson. La risa

Alguna vez un amigo mio me comentó: A fulano se le murió su tío el día viernes en un accidente, vaya desgracia, pense; su hermano se murió el lunes en otro accidente, ¡terrible!; ¡y su mamá acaba de morir el miercoles!, ¡esto es un chiste!, dije, y no pude evitar reirme. Pero no, no era un chiste. Los tres habian muerto en distintos accidentes. Pero realmente parece un chiste de humor negro, como aquellos de las novelas de Faulkner. El asunto aquí es que aunque sabes que es cierto no puedes evitar reirte ante una serie desafortunada de eventos que son tan exagerados que parecen sacados de una pelicula de Pedro Infante. Me viene a la mente un caso distinto. La pelicula El Expreso de Media Noche es una de mis favoritas. Es una historia realmente espeluznante y mueve a una reflexion profunda. El protagonista sufre, tambien, horrores antes de lograr su libertad y viajar a los Estados Unidos en donde, con toda justicia, es recibido como un héroe. Nadie, creo, ha tenido o tendrá jamás un ataque de risa ante esas escenas tan dramáticas; digamos, cuando el protagonista se masturba ante el torso desnudo de su novia visto a través del cristal que separa a las visitas de los reclusos. Siempre pensé que era una historia perfecta, que la vida nos había regalado un excelente guión para una pelicula digna de ganar un Oscar. Por eso me dejó perplejo el enterarme recientemente, en un programa del National Geographic Channel, que la cosa no termina donde la pelicula. Para volver el asunto más retorcido de lo que ya es, al protagonista los turcos lo llevan a una isla rodeada de tiburones en donde pasa otros cuatro años recluido realizando trabajos forzados y sufriendo más vejaciones que las ya vividas. Entonces un buen día se roba un pequeño bote de remos, navega hacia la costa en medio de la noche tormentosa, sin saber exactamente hacia donde va. Da todo de sí hasta desfallecer, se encomienda a Dios, dispuesto a morir si luchar más y, al dar el ultimo golpe de remo, siente encayar su embarcación en las rocas de la costa. Viaja sin probar bocado durante todo el día hasta la frontera griega y logra pasar después de mil peripecias. ¡Hombre!, dije. Esto ya no me gustó. A veces la realidad necesita de un buen editor.
La Risa es el nombre del libro de Henri Bergson que trata de responder a la pregunta ¿Por qué nos reimos? A Bersgon siempre lo he asociado más con Proust porque todos los críticos coinciden en que para él el tiempo era recuperable sólo en el sentido que Proust le da en A la Busca del Tiempo Perdido y que fue la razón por la que éste escribio su obra. Bergson era francés y fue contemporaneo de Proust, asi que no es algo raro que desarrollaran la misma idea. Y sin embargo, creo que la mayor aportación de Bergson es ese pequeño libro que hay que leer no sólo para entender el por qué de algo tan cotidiano sino también cuales son la diferencias entre la comedia y la tragedia. Desconozco cuánto ha avanzado la psicología en el entendimiento del tema, pero las explicaciones de Bergson me parecen universales, o por lo menos válidas en una gran gama de situaciones. Las teorias presentadas son múltiples y el autor toma muchos ejemplos de las comedias de Moliere para apoyarlas. Definitivamente no haré un resumen aqui de la obra, que por demás se puede conseguir y leer fácilmente en un solo día, la editorial Porrua lo publica desde hace mucho con Introduccion a la Metafisica, un escrito con tema bastante mas arcano. Voy a mencionar solamente lo que me parece es la principal conclusión y que se menciona de manera clara en todo el libro: la risa castiga la parte mecánica o autómata del ser humano. Surge cuando detectamos en nuestros congéneres una actitud propia de seres que no sienten y están atados a sus molduras y no son capaces de liberar el alma o el espiritu de la pesadez terrenal del cuerpo. En las tragedias los personajes parecen todos divinos, ocupados de temas en verdad trascendentes como la muerte, el amor, la venganza. Ninguno bebe o come, si no es para tomar un veneno, y el dramaturgo nunca se detiene en detalles propios de la digestión o de la deglución, por poner un ejemplo. En cambio los payasos y los cómicos explotan hasta la saciedad las funciones corporales de los humanos. Los humores del cuerpo y los ruidos que este produce, y éste es un ejemplo extremo tomado con toda malicia para recalcar el contraste, provocan automáticamente la carcajada. Imaginemos que el final de Julieta es un poco distinto al que escribió Shakespeare:

Julieta
Un ruido. Sere breve.
¡Oh daga feliz! Soy tu morada.
Entra en mí y cáusame la muerte.
Se clava el puñal y cae soltando un sonoro cuesco.

¡Esa seria una tragedia! La angelical Julieta, en el momento máximo de su vida, que habria de elevarla al panteón de los inmortales, ¡nos recuerda de la manera más vulgar posible que es humana!. Este ejemplo escatológico también permite otra observación importante en relación a la risa, la primera de Bergson y la última mia: La risa es propiamente humana porque sólo el humano ha hecho una separacion entre la parte mecanica-corporal y la parte sentimental-espiritual del ser. En tanto la comedia abarca el primer ambito, la tragedia está circunscrita exclusivamente al segundo. Y en tanto la comedia se vale de los recursos de la tragedia sólo para hacer más grande el contraste y motivar más aún la risa, la tragedia es absolutamente incompatible con las descripciones mecánicas del hombre. Para los animales, las funciones corporales son totalmente naturales y no hay por tanto, un castigo por éstas acciones: los animales no pueden reir.

El tratado de Tordesillas o por qué existe Brasil

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Después de muchos contratiempos y cuando ya se dirigía a la corte de Francia, Colón finalmente recibió patrocinio de Isabel la Católica. El navegante genovés (aunque se discute su origen y hay quien dice que era español) había presentado antes su proyecto a la mayor potencia marítma de Europa, el reino de Portugal, en donde lo habían rechazado; Portugal ya tenía bastantes buenos descubridores y sus barcos ya llegaban a oriente rodeando África por el recién descubierto Cabo de Buena Esperanza. Ellos no necesitaban quien les enseñara a navegar... Pero los españoles sí. Estos no habían sido buenos navegantes. Incluso las posesiones de ultramar que poseían en ese entonces (y que son las únicas que España conservó después de la guerra del Maine contra los Estados Unidos y que tiene actualmente) las islas Canarias, fueron colonizadas por navegantes italianos (genoveses, porque en ese tiempo Italia no existía) y franceses. La leyenda dice que la reina tuvo que empeñar sus joyas para fletar los barcos y existe la idea gneralizada de que la corona había quedado esquilmada después de la guerra contra Boabdil por la recuperación de Granada. Sin embargo, como menciona Asimov en El Libro de los Sucesos, el costo del viaje no superaba el costo de uno sólo de los banquetes que la reina organizaba de manera casi cotidiana. Es mentira que los españoles no tuvieran dinero, lo que no tenían era confianza en la idea arriesgada de Colón. Los consejeros de la reina, con seguridad, se opusieron a tal aventura no porque dudaran que la tierra era redonda, cosa que ningún geógrafo serio dudaba en siglo XV, sino porque objetaban la idea, errónea, de que se podía llegar a oriente en los tiempos en los que Colón estimaba. Colón prometía llegar más rápido que por la ruta portuguesa de Buena Esperanza si se navegaba por el Atlántico hacia occidente, lo cual resultó no ser cierto. Colón subestimaba el radio de la tierra y es seguro que si América no hubiera estado en medio, a Cristóbal y sus tripulantes se los hubiera tragado el mar. Pero un nuevo mundo estaba ahí y el osado Colón fue favorecido por la diosa Fortuna.
Con las nuevas del descubrimiento, que Colón todavía no ponderaba bien a bien (en realidad nunca supo que había descubierto un nuevo continente), llegó el navegante a Europa y, en una descortesía hacia los reyes de España, casi cercana a la traición, el 6 de marzo de 1493 visitó al rey Juan de Portugal y le participó detalles del viaje. Con este monarca se quedaron un par de tripulantes portugueses que habían acompañado a Colón en su primer viaje a América. De inmediato fueron interrogados exhaustivamentes y los consejeros del rey propusieron el asesinato de Colón para sacar provecho del nuevo descubrimiento. El rey preparó de inmediato una flota, tal vez comandada por Francisco de Almeida, un conquistador que más bien es recordado por sus andanzas en África y Asia, para explorar las tierras recién descubiertas. Según algunos historiadores de la época, ésta expedición trajo noticias de la existencia de Brasil. Cuando algún tiempo después el rey formalmente reclamó derechos portugueses sobre los nuevos descubrimientos, los españoles se mostraron dispuestos a dialogar, pero amenazaron con no permitir la salida de ningún barco portugués hacia las Indias. El arbitraje del papa Alejandro VI fue necesario.
En el año 1479 Portugal y España habían firmado el tratado de Alcázovas, un acuerdo por medio del cual los portugueses reconocían a España como dueña de las disputadas islas Canarias, en tanto que España reconocía a Portugal como dueño de las Azores, Madeira y cualquier tierra descubierta al sur de estas propiedades. Esos vagos términos sirvieron a los portugueses para reclamar como suyas las tierras recién descubiertas por Colón.
El papa Alejandro VI expidió cuatro bulas, llamadas bulas alejandrinas, para resolver el problema. Se estableció un línea norte-sur a través de del Atlántico 100 leguas (más o menos unos 500 km) al oeste de las Azores que ambas potencias aceptaron respetar.
No tardaron los portugueses en intuir que aquellas bulas los podían dejar sin ninguna participación de las nuevas tierras y se las arreglaron para convencer a los reyes de España de que eran necesarios nuevos tratados. Los españoles no deseaban una guerra y decidieron negociar unos nuevos límites: Movieron la línea a 370 leguas de Cabo Verde. La magnitud de éste cambio puede apreciarse mejor en el siguiente mapa moderno
Más que un tratado para "preservar la paz" parece que Portugal hubiera conseguido un botín de guerra. ¿Cómo fue ésto posible? los reyes de España de verdad eran buenos negociantes en los asuntos internacionales y eran reconocidos como tales y la existencia de España como nación desde el siglo XV (cuando las unificaciones de Italia y Alemania se dieron en el tardío siglo XIX) se debe a la reina Isabel. Una razón de ésta pérdida es que ambos países estaban negociando más o menos a ciegas y los españoles pensaron que en realidad no estaban cediendo nada, en tanto que la principal preocupación de los portugueses era conseguir mar abierto para navegar en el Atlántico y evitar la navegación de cabotaje. Pero, más profundamente, la composición de los grupos plenipotenciarios también es ilustrativa: en tanto que por el lado de Portugal estuvieron en Tordesillas navegantes, geógrafos, conquistadores y marinos; por parte de los españoles estuvieron "grandes de España", burócratas madrileños que nunca habían estado en un barco, no se consultó a Colón ni a ningún otro experto en la materia. ¿Los potugueses sabían de la existencia de Brasil? Afirmarlo es ir demasiado lejos, pero la idea existe y se basa en algún mapa del siglo XVI y en el hecho de que cuando, décadas más tarde, Magallanes circunnavegó el planeta, sabía de la existencia del ahora llamado estrecho de Magallanes. Pero después de todo, como menciona el historiador inglés Hugh Thomas, la derrota de España en este tratado empezó cuando aceptó que tenía algo que negociar. España perdió territorios en América posteriormente a manos de ingleses, franceses y holandeses y sufrió la independencia de sus colonias. También perdió las posesiones en el magreb y, en el siglo XIX, Cuba, Puerto Rico y Filipinas; estas pérdidas dan testimonio de la lenta pero inevitable decadencia del imperio español. Analizar las causas de esa debacle es algo que los españoles actuales deben hacer, pero la pérdida del enorme territorio del actual Brasil es una buena muestra de los muchos errores que se repitieron en los siguientes cinco siglos.
La importancia de las comisiones que deteminan los tratados no es poca. En México, los tratados de Guadalupe-Hidalgo y McLane-Ocampo son ejemplos en los que, dadas las circunstancias, México salió bien librado. El Tratado de Tordesillas es un ejemplo, de los muchos que hay en la historia de España, de lo nociva que ha sido la corte arribista en Madrid. Brasil llegó a ser con el tiempo la colonia más importante de Portugal, refugio y sede central del imperio a principios del siglo XIX, cuando Juan VI abandonó la península por la llegada de Napoleón, y es, actualmente, el país más grande e importante de lengua portuguesa. Todos esos beneficios, que han tenido un valor incalculable, se deben a la astucia de un puñado de hombres.

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