La tradición decía que no pertenecías al grupo hasta cumplir con el ritual de iniciación. Bebíamos algunas cervezas los viernes por la tarde y soltábamos, justificados por la embriaguez, mentadas de madre para nuestro jefe, el licenciado Pinzón. Otras chelas, compadrito, lánzate al oxxo por un six de Indio, yo invito. Jaramillo no aguantaba tres caguamas contadas y perdía el juicio sin remedio. Conste, Carlitos, que te dejamos beber con nosotros por puro buen plan, todavía no estás admitido en éste selecto club de los oficinistas más jodidos de la Pérez y Asociados, Compañía de Seguros. Yo agradecía a Jaramillo, y a todo el que quisiera oír, la deferencia. Al paso al que voy no seré nunca del clan, compadre, ya sabe usted que yo soy hombre de una sola mujer. Ésto, desde luego, encendía los ánimos y hacía correr más alcohol. ¡Nombre, Carlos! si a la Flor le importa un pito, ya cógetela, cabrón. Flor era la secretaria de Pinzón y los contadores y el actuario, cuando bebedores sociales, ...