De las bacterias al hombre: la evolución

La mayoría de las personas no puede cuestionarse la naturaleza y el funcionamiento del mundo alrededor por cada paso que da, se tiene que limitar a aceptar y entender, además de tratar de predecir de manera empírica el mundo que lo rodea. Esto no es de ninguna manera censurable. La toma de conciencia en el humano es lenta y progresiva, al recién nacido sólo le importa el calor y los nutrientes que le proporciona la madre y casi nada más; ningún recién nacido hambriento se pregunta por qué existe la leche materna, por qué es blanca, por qué es líquida, por qué los reptiles no amamantan a sus crías... Desde el nacimiento hasta la muerte la vida nos envuelve en una dinámica en la que casi todo nuestro tiempo y atención se concentran en la búsqueda de alimentos, pareja, cuidado nuestro y de nuestros familiares, etcétera. Por eso es muy poco agradable cuando en medio de ese trajín cotidiano uno se da cuenta de una gran verdad y la expresa sólo para recibir, con un poco de indiferencia o censura de parte de los demás, comentarios del tipo, "Eso es bastante obvio" o "¡Claro! ¿De verdad no te habías dado cuenta?"
"A los quince años descubrí que existe una clara homología entre las extremidades de los caballos y las nuestras". Desconozco lo que le habrían dicho a Daniel Piñero algunos de mis compañeros de la escuela que ya supieran, no porque ellos lo descubrieron sino porque lo habían recibido de otros y lo aceptaron casi sin cuestionar este hecho: la mejor explicación a por qué los mamíferos tienen cuatro extremidades partiendo del tronco y cinco dedos partiendo de cada extremidad es que toda la clase, incluidos los humanos, descienden de un ancestro común. No está de más decir que una afirmación de este tipo se le escapó al mismo Aristóteles y que, hasta donde he podido rastrearlo, aparece como idea bien plantada por el abuelo de Charles Darwin, Erasmus Darwin, que llevó la idea hasta conjeturar un antepasado común a todos los seres vivos llamado hoy con el pegajoso nombre de LUCA.
Me ha gustado mucho el estilo sencillo y directo en el que está escrito el libro de Piñero y la información que da acerca de la historia de la vida en la tierra.
El libro está dividido en cuatro partes que explican la teoría de la evolución. No puedo decir que soy una persona con una gran capacidad de observación y deducción, pero después de leer el libro, puedo pensar que algunas ideas podía barruntarlas a partir de cosas que hacía mi abuelo. Puedo decir que de la convivencia con él yo en realidad conocía algunas pequeñas lecciones de evolución, así que esperando que la comparación no ofenda a Daniel Piñero, contrastaré algunas ideas suyas con experiencias que viví con mi abuelo.

1 ¿Cómo sabemos que ha habido evolución biológica? Las especies del pasado y las actuales no son las mismas
Dejando de lado el origen de la vida, explicar por qué existen tantas y tan variadas especies es el problema al que se enfrentó la teoría de la evolución y es el tema del libro De las bacterias al hombre: la evolución.
El ejemplo de Daniel Piñero: Células dentro de células. Al principio de la vida en la tierra, las formas eran simples, consistían en células sin núcleo (llamadas procariotas). Las células que conforman a los seres humanos tienen unidades diferenciadas y especializadas, como las mitocondrias que tienen su propio ADN y sintetizan proteínas, o como los núcleos. Se ha propuesto que la manera en la que se formaron estas células diferenciadas y especializadas (llamadas eucariotas) fue mediante la invasión de una célula a otra, que terminó siendo su hospedera. En las plantas, los cloropastos parecen tener el mismo origen simbiótico. La unión de células distintas dio como resultado una célula que a la postre resultó más apta para formar organismos multicelulares.
Hay también un pasaje particularmente divertido, en la que se narra el intento humano de fusionar dos especies vegetales para producir un híbrido entre la col y el rábano y así obtener una planta cuyas raíces fueran de rábano y cuyas hojas fueran de col: se produjo lo contrario, una planta con raíces de col y hojas de rábano.
El ejemplo tomado de la convivencia con mi abuelo: La selección del maíz. Entre las cosas que mi abuelo sabía, estaba sembrar maíz. Para sembrar el maíz seleccionaba las mazorcas más grandes y con granos más abundantes. Muchas veces lo vi y lo ayudé en la selección, y cuando le pregunté por qué la hacía me contestó algo que para él era una verdad evidente y para mí no: así se aseguraba una buena cosecha. En realidad repetía un método que, en parte por experiencia y en parte por herencia cultural, sabía exitoso; algo que tanto su papá como su abuelo y muchos de sus ascendientes habían hecho antes. Hoy se sabe que ese proceso antiquísimo fue el que dio origen al maíz moderno a partir del teocintle, un maíz primigenio tan chico que la mazorca más bien parecía una espiga de sorgo. Aquí no se puede hablar de selección natural porque aparece claramente la mano del hombre como elemento discriminador, pero me parece que ilustra bien esta primera parte del libro. En la actualidad el teocintle está prácticamente extinto, mientras que el maíz moderno no existía hace 10,000 años.

2 Las especies están adaptadas al lugar donde viven
En De las bacterias al hombre: la evolución, se dice que asociamos las ballenas al mar, los pingüinos a la antártida y los nopales a las regiones secas y semiáridas. ¿Por qué no hay nopales en el polo norte o iguanas habitando la cima del monte Everest? Para una respuesta completa, hay que leer el libro, pero también aquí puedo mencionar dos situaciones.
El ejemplo de Daniel Piñero: La historia de la palomilla. Este caso es muy claro porque el cambio depende de una sola característica, el color de la especie. A principios de la revolución industrial, en Inglaterra había dos tipos de palomillas, unas blancas y otras negras. Estas palomillas se posaban sobre la corteza de árboles en las zonas urbanas y tenían un depredador, digamos, un ave. Antes de la revolución industrial, la corteza de los árboles era de color claro, lo cual resultaba en que las palomillas de color blanco se camuflaban bien y las de color negro resaltaban. Como resultado de esto, el depredador se alimentaba principalmente de palomillas negras y estas escaseaban, en tanto que abundaban las blancas. Después de la revolución industrial, el color de la corteza de los árboles cambió a negro debido a la la polución, y los papeles se invirtieron, ahora las palomillas blancas contrastaban contra el fondo ennegrecido de las cortezas de los árboles y empezaron a ser el alimento principal del depredador.
El ejemplo tomado de la convivencia con mi abuelo: La selección del plátano. Además de maíz, mi abuelo sembraba plátano, en realidad los sembraba los dos al mismo tiempo (junto con calabaza, camote, frijol e incluso tabaco) y después de algunos meses se quedaba con el plátano. Él contaba que su familia había sembrado siempre una variedad de plátano llamada roatán, proveniente de una isla hondureña e introducido a México a finales del siglo XIX. El roatán produce un racimo grande en una mata muy alta y con mucho follaje, demasiado, tanto que en la temporada de huracanes casi todo se viene abajo y hay que esperar un año para que el platanar completo se recupere... para caerse otra vez con los próximos huracanes. Un par de malas temporadas puede arruinar a cualquiera, y en más de una ocasión hay que empezar de cero. Así que en algún momento en la región se empezó a introducir una variedad de plátano que da unos racimos un poco más chicos pero en una mata también más chica, a la que le llaman enano. El plátano enano resiste bastante bien los huracanes y la gente lo empezó a preferir, a tal grado que después de un tiempo toda la zona terminó sembrando plátano enano y el roatán desapareció. Aquí de nuevo no se trata completamente de selección natural, en la medida en la que consideramos al hombre como un elemento "externo" al ambiente, y sin embargo al final el resultado es el mismo que en el caso de las palomillas, entre individuos de una misma especie hay algunos que son más propicios a resistir el ambiente que otros.


3 La forma como las especies aparecen y desaparecen

Entre el 95 y el 99 % de las especies que han existido en la tierra están extintas ahora, nos dice Piñero en su libro, ¿cómo es que han desarecido todas ellas?
El ejemplo de Daniel Piñero: Un cambio abrupto en el ambiente. Una forma en la que una especie puede desaparecer consiste en volverse demasiado especializada. Hace 65 millones de años, los dinosaurios dominaban el paisaje, y llevaban alrededor de 200 millones de años de competencia evolutiva en un ciclo presa-depredador que los había convertido en animales enormes con puas en los costados, con colas dentadas y colmillos enormes... Y sin embargo, por lo mismo no superaron el choque de un meteorito con la tierra que alteró el ambiente. Como resultado del impacto, el los rayos del sol no llegaron a la tierra durante mucho tiempo, el suficiente para acabar con buena parte de la vegetación y desaparecer las bases de la cadena alimenticia en la que estaban imbuidos los dinosaurios. Sin embargo, en esa época había ya algunos mamíferos primitivos que pudieron sobrevivir al impacto en parte por su tamaño pequeño y por no requerir una cantidad grande de alimento al día.
El ejemplo tomado de la convivencia con mi abuelo: Vida y muerte de los borregos. Mi abuelo también tenía borregos, una raza llamada pelibuey, que es un borrego más bien con poca carne. Cuando yo era niño pensaba que mi abuelo debería de tener borregos grandes, como los sementales Suffolk que veía en la televisión. Nunca le pregunté por qué no tenía de esos, pero tuve la oportunidad de saber por qué no un día muy caluroso. El pelibuey no es una raza que sorprenda por su tamaño o porte, pero tiene una característica que la hace muy apta para habitar en zonas tropicales y subtropicales: no tiene lana, más bien tiene el cuerpo cubierto con pelos cortos, un poco más grandes y tupidos que los de un cerdo. Alguna vez una de las borregas pelibuey quedó preñada por un macho de raza lanuda y nacieron dos borregos, uno pelibuey y uno lanudo. A los pocos días del alumbramiento, en una mañana particularmente húmeda, la borrega salió con sus crias al patio, eran como las diez y había un calor muy agobiante. La cría lanuda murió de insolación. Si bien la muerte de un único ejemplar no basta para determinar el destino de una especie, sí puede ilustrar cómo a partir de cambios pequeños favorecidos por el ambiente, es posible que una especie "muera" para dar paso a otra.

4 Origen y evolución del hombre
El origen del hombre es, con mucho, el tópico más controvertido de la teoría de la evolución. Hay una frase muy difundida que se atribuye a una dama inglesa de la época victoriana: "Si es verdad que el hombre viene del mono, hay que evitar que eso se sepa". Las creencias de mi abuelo eran, en este caso, más parecidas a las de la dama de marras que a la de Piñero.
El ejemplo de Daniel Piñero: Los australopitecus pertenecieron a un género extinto de homínidos que está en la línea evolutiva del hombre moderno, eran bastante más pequeños que este (medían alrededor de 1.20 m y pesaban unos 40 kilos) y tenían un cerebro también más chico (de alrededor de 400 cm cúbicos). Este género existió desde hace unos cuatro millones de años hasta hace dos millones de años. El género homo, al que pertenece nuestra especie, surgió hace unos dos millones de años y los ejemplares con esa antigûedad que se han encontrado tienen unos 800 cm cúbicos de masa cerebral con un peso total de 40 kg, lo cual es el doble de la masa cerebral de los antiguos autralopitecus. Los miembros de la especie homo habilis, además, eran capaces ya de construir herramientas. En alrededor de dos millones de años hubo un incremento enorme del tamaño del cerebro en los ascendentes del hombre. Es interesante notar que el hombre actual tiene en promedio unos 1350 cm cúbicos de masa cerebral con un peso corporal de alrededor de 70kg. Visto desde el punto de vista Darwiniano, es posible concluir que un cerebro grande, en relación al peso total del cuerpo, es un elemento que ha dado una gran ventaja a los individuos que lo poseen, de la misma manera que lo es, para algunas palomillas, tener un color parecido al del ambiente en el que viven.
El ejemplo tomado de la convivencia con mi abuelo: Adán como hombre ideal. Con respecto a este punto mi abuelo no tenía dudas, él fue educado en una tradición cristiana y creía que el hombre fue creado por Dios como una réplica de sí mismo. Esto consiste en suponer la existencia de un hombre y una mujer absolutos contra los cuales todos debemos medirnos para resultar, siempre, defectuosos. Afortundamente la biblia no abunda en descripción física de Adán, pero es de suponer que no tenía ningún "defecto" de esos que tienen las personas que no se parecen a nosotros. Esta visión es la antítesis de la evolución explicada en De las bacterias al hombre, puesto que aquí no hay un modelo absoluto hacia el cual los humanos tratan de llegar sino más bien todos los tipos humanos son válidos analizados en el contexto de las presiones ambientales a las que han estado expuestas las pasadas generaciones. Que los habitantes de ciertas regiones sean de piel oscura o clara tiene que ver principalmente con la cantidad de luz solar a la que están expuestos en un día típico; que algunos hombres sean más o menos corpulentos, entre otras cosas tiene que ver con su alimentación y en general con la disponibilidad de recursos de la zona en la que habitan, etcétera. La idea de un hombre platónico ideal, al igual que la de un perro ideal o cualquier otro molde de especie alguna es incompatible con la evolución Darwiniana. Daniel Piñero menciona muchos datos que los científicos han recolectado a lo largo del tiempo y que mi abuelo por el contexto cultural en el que vivió, no pudo conocer nunca, además de que es bastante más fácil y menos polémico analizar los cambios y el comportamiento de plantas y animales que los que sufrimos nosotros mismos.

Todo es obvio cuando nos explican cómo funciona, hasta el mecanismo de generación de especies nuevas a partir de especies anteriores por medio de la selección natural y las mutaciones como fuentes de cambio que resulten en ventajas adaptativas ante un medio cambiante. "No me gusta explicar mis métodos de deducción" -dijo Sherlock Holmes alguna vez- "cuando los explico la gente le resta méritos a mis deducciones". A posteriori el trabajo de Darwin nos parece simples deducciones lógicas concatenadas. Daniel Piñero, al escribir ejemplos tan claros de evolución en su libro, hace que uno quiera ir por el mundo explicando la existencia y la naturaleza de las especies con la teoría evolutiva como herramienta.

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