Fue en diciembre, cuando mi vida era especialmente un caos, que mencionó sus vacaciones. Las pasaría en París con sus amigas y, aunque no me lo dijo yo lo supe, algunos amigos. Tendría entonces que añadir a lo mal que me iba el hecho nada agradable de pasar solo la temporada más fría del año. Traté de forma ridícula de convencerla para que se quedara, pero tengo que admitir que París es más interesante que yo; así que irremediablemente se fue. No la llevé al aeropuerto como me pidió, ya que los aeropuertos me alteran demasiado. Le dije que no iría porque las despedidas me hacían sentir triste, lo cual en ese caso era cierto, y me limité a darle recomendaciones paternales sobre asuntos sin importancia. Ya en Francia me habló un par de veces y me envió postales por correo electrónico que todavía conservo, fueron con motivo de la navidad y el año nuevo y me expresaba sus mejores deseos. También Karla me escribió asegurándome que Michel se estaba portando bien. Yo tomé aquello con resignación y aproveché el tiempo y la soledad para distraerme con Albertine Desaparecida. En realidad fue peor y lo sabía antes de iniciar la lectura; pero en las buenas y en las malas, causantes de alegrías y de penas y sazonadores únicos de mi vida insípida, hasta antes de la llegada de Michel, estaban siempre los libros, y en primerísimo lugar la obra de Marcel Proust. Pasé aquellas fechas con Pablo, quien me indicó que me veía más callado que de costumbre y además tenía la receta secreta que iba a paliar todos mis males: un whiskey escocés etiqueta roja que acababa de comprar en el Walmart a precio de oro. Sabía que no me embriagaba pero siempre insistía en los "acercamientos" jüngerianos: una vez al mes es mejor que una vez por semana, pero una vez al año es mejor que una vez al mes. No; la embriaguez que yo necesitaba no venía en botellas. La causa y la solución de todos mis males estaba en ese momento, tomando champaña en Campos Elíseos, del otro lado del Atlántico.
Ingreso básico Una mañana de junio de 2..., la señorita V entró a su laboratorio con una taza de café en la mano y un periódico en la otra. Había una foto del capitolio en primera plana y, en la esquina, un solecito se asomaba detrás de unas nubes. La señorita V no era propiamente una astrofísica, su tarea en el laboratorio consistía en vigilar los parámetros que se medían en algunas regiones estelares señaladas de antemano por el comité de científicos del observatorio. Ella desconocía los detalles pero tenía un ojo entrenado y muchos programas de computadora que la hacían saltar a veces ante las variaciones anormales en sus monitores. Dejó el periódico sobre la mesa y apuró un trago de café cuando un par de parámetros llamaron su atención. En unos comparativas entre datos correspondientes a mayo y las actuales de junio, en una estrella en particular, correspondientes a la región KOI-4878, algo parecía estar yendo muy aprisa. Hasta mayo, y desde hacía meses, la estrella tenía el ...
Buen inicio, pues atrapa la atención,un texto sencillo pero no por eso mediocre.Espero pronto mas de tus entradas, saludos, hitmontop
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