Pierre Bayard, elogio de la no-lectura

Justo en una época en la que empezaba a sentir remordimientos por no haber leído lo suficiente, me encontré con Cómo hablar de los libros que no se han leído, de Pierre Bayard. Por sinceridad debo decir que el sentimiento siempre ha estado presente, aunque en últimas fechas se ha agudizado. La lista de buenos títulos parece infinita y la vida bastante más corta, así que algunas, cada vez más frecuentes, veces me pregunto si acaso tendré el tiempo para leer tales o cuales libros. Y es que, a menos de que usted sea como Kim Peek, el sabio-tonto que leyó más de doce mil volúmenes en toda su vida y recordaba cerca del 98% de las lecturas, seguro tendrá por ahí una lista enorme de libros por leer, o, peor aún, se habrá dado cuenta de que aquellos pocos que sí ha leído ¡se le están olvidando! Contra este sentimiento snob tiene el médico Bayard (además de crítico literario en la universidad de París, es sicoanalista) un libro analgésico, que, por lo menos, le hará sonreír. En él, como si se tratara de una consulta, nos va haciendo ver, con citas muy literarias que van desde Musil hasta Wilde, que nuestro problema es más común de lo que parece. Para quien no lo crea, nos presenta al principio unas palabras irreverentes de Valéry sobre la obra de Proust

"A pesar de que conozco un sólo tomo de la gran obra de Marcel Proust, y que el propio arte del novelista me resulta casi inconcebible, soy consciente, sin embargo, por ese poco de su En Busca del Tiempo Perdido que he tenido el placer de leer, de qué pérdida excepcional acaban de sufrir las letras con su muerte".

Y es que quien haya leído realmente esas 3000 páginas que tire la primera piedra. Sobra decir que el mismo Bayard, a pesar de ser ensayista y profesor de literatura ¡tampoco ha leído a Proust! En la clasificación que hace de las obras citadas, En busca del tiempo perdido aparece en las cínicas categorías de Libro Hojeado y Libro Evocado (signifique eso cualquier cosa). Así que, ante tal desparpajo, y pues ya entrados en confianza, el autor de estas líneas tiene que abrirse sin contrición: ¡yo tampoco he leído a Proust! De hecho, mi colección de clásicos es ridícula, y sin embargo suscribo cada una de las palabras de Valéry. Pues aun cuando se haya leído algunas centenas de libros, siempre será mucho más grande e importante el número de los que no hemos siquiera abierto. En esa radical categoría, la de los no lectores, estamos en cierta medida todos ante todas las bibliotecas y ante todos los autores. Aceptación, es la receta ante esta perspectiva. Nadie nunca leerá tanto como quisiera, aunque se apellide Borges o se apellide Peek.
Pero hay otras formas más sutiles de la no lectura, nos advierte Pierre con franqueza, ¿o acaso ya leímos el Quijote sólo porque hemos visto películas, escuchado fragmentos, visto pinturas y hojeado el libro? No, desde luego. Libros hojeados es la siguiente categoría, y precisamente con Paul Valéry, un clásico no lector que se las arreglaba bien para discursear homenajes a escritores que sólo había hojeado, nos convence de que, dada la ingente cantidad de material a que tenemos acceso, darle una hojeada será la mayoría de las veces lo único que podremos hacerle a un buen libro. Aun más, después de la lectura, si es que con suerte llega a darse, difícilmente habrá una segunda o una tercera, lo más probable es que sólo haya, eso sí, numerosas hojeadas rebuscando pasajes, diálogos, personajes... Hojear un libro no es leerlo, pero es mejor que nunca abrirlo. Tanto si se hace de manera lineal, de principio a fin, o más bien al azar, este ejercicio no deja de ser enriquecedor y, quién sabe, tal vez le baste con eso para escribir un ensayo sobre esa obra.
Pero también hay aquellos libros de los que sólo hemos escuchado hablar, como los llevados y traídos clásicos griegos. Y qué decir de los olvidados, una categoría infame en la que todos tenemos algún texto (¿Alguien recuerda de qué se trata El corazón de las tinieblas? Después de varios años y críticas de por medio, yo he olvidado por completo esa novela) Al respecto un diagnóstico que, no por sabido, deja de ser interesante:

"La lectura no es tan sólo conocimiento de un texto o adquisición de un saber. Se encuentra también, y desde el instante mismo en que tiene lugar, implicada en un irrefrenable movimiento de olvido. Mientras estoy leyendo, empiezo a olvidar lo que he leído; el proceso es inevitable y se prolonga hasta el momento en que todo transcurre como si no hubiera leído el libro y en que coincido con el no-lector que podría haber sido si me hubiera informado mejor".

y, remata el sicoanalista

"No conservamos en nuestra memoria libros homogéneos sino, antes bien, fragmentos arrebatados a lecturas parciales, a menudo mezclados entre sí y, por si fuera poco, remodelados por nuestros fantasmas personales: vestigios de libros falsificados, análogos a nuestros recuerdos-pantalla mencionados por Freud, que sobre todo desempeñan la función de disimular otros".

Después de semejante panorama uno se pregunta si acaso Bayard, o uno mismo, en realidad ha "leído" un libro, y, en todo caso, qué significa leer. Precisamente por dar respuesta a esa cuestión es que se justifica Cómo hablar de los libros que no se han leído. Como los médicos que aseguran saber cosas acerca de la salud gracias a su estudio de la enfermedad, así, en un mundo en el que todos hablan de los beneficios de la lectura, el intempestivo Bayard le da la vuelta al asunto y nos hace ver los grandes beneficios de la no-lectura. Igual de disfrutables son las siguientes dos partes del libro, en las que las digresiones son la regla. Incluso es capaz de relatar el guión completo de una película que, así vista, parece muy interesante, aunque se acerca sólo de manera mínima al tema. No importa, es éste un libro escrito con una buena dosis de humor que, por el contenido, desmiente al autor: estamos ante un lector consumado. No de otra forma pudo haber adquirido la cultura literaria que posee y que queda de manifiesto en que ha escrito un ensayo sacando todos sus argumentos de la que debe ser una gran biblioteca personal. "Algunos críticos se molestaron con lo publicado", dice el autor en una entrevista, supongo que algunos también sonrieron al verse retratados. ¿Qué cree -termina el periodista- los que reseñaron su libro lo leyeron o no? No, contesta Bayard con sinceridad. Aunque sé que a él no le importa, y sólo por ser original, yo sí lo leí.

2 Responses to “Pierre Bayard, elogio de la no-lectura”

  1. Hola, Hitmontop:
    Siguiendo un poco el espíritu de la entrada, aceptaré la emoción y curiosidad que me causa el libro de Bayard, el cual, como la gran mayoría de las llamadas grandes obras de la literatura, tampoco he leído. Me culpo también de padecer el desasosiego de las múltiples atardeceres, en que absorto por completo en la belleza de tal espectáculo y en la melancolía que me ocasiona, me ha dado mas a su contemplación que a la lectura. Hay muchos libros maravillosos, y al igual que Unamuno, coincido que la manera mas sublime de vivir aquellos momentos, que nuestra simplicidad nos veda, es a través de los sueños que otros imaginaron, del placer de enfrentarse a una obra literaria o simplemente de dejarse amar por ellas. Espero sigamos juntos, aunque sea siempre de manera intermitente, en tan hermoso camino.

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  2. Hola. Qué bueno que te parece interesante el libro, es muy divertido. Creo que ese debe ser el criterio para decidir qué leer. Saludos.

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