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Alienígenas y dragones en el garaje de Carl Sagan

En El Mundo Y Sus Demonios, Carl Sagan narra una situación memorable: suponga que llego desesperado a su casa y le digo con voz entrecortada que en mi garaje hay un dragón. Sin duda usted dejaría de lado sus actividades e iría corriendo a buscar la explicación de tan loca aseveración por parte de su vecino, al que hasta ahora tiene por un tipo normal. Llegando al garaje usted pregunta por el animal mitológico y yo vagamente señalo el interior, por ahí. Usted ve botellas vacías, una aspiradora vieja, el asador de carnes... pero ningún dragón. Ante su mirada extraña yo especifico, perdón, se me olvidó decir que el dragón es invisible. Difícil caso, pensaría usted, pero decide creerme y me propone cubrir el piso del garaje con harina, así podremos ver las huellas del dragón. Muy ingenioso, respondo, pero se me olvidó decirle que éste dragón vuela. Más extrañado aún usted propone rociar pintura en aerosol para poder verlo. Lo siento, replico, pero mi dragón es incorpóreo. Llevando entonces su credulidad a límites arriesgados usted propone una última alternativa, traigamos un sensor infrarrojo para detectar el calor del fuego del dragón. Muy bien, replico, en un plan de verdad intransigente, pero este dragón tampoco lanza fuego por la boca...  Ahora bien, ¿Cuál es la diferencia entre un dragón volador, incorpóreo e invisible que lanza un fuego que no calienta y un dragón inexistente?
"Hay un alienígena en mi planeta -grita de pronto alguien en un programa de televisión- ha estado en contacto conmigo y me ha dado un importante mensaje para la humanidad". La gente de inmediato presta toda su atención a estas declaraciones (los domingos por la tarde la televisión se llena de programas sobre alienígenas, fantasmas, brujos y casi cualquier tema, con tal que sea inverosímil). Las personas se sienten intrigadas con razón. Después de todo hay mucho espacio allá afuera, y considerar que todo está  para nuestra contemplación es concedernos demasiada importancia. Así que, de entrada, no está mal atender a quien declara en televisión nacional que hay alienígenas en el planeta. Todos empezamos, como el vecino de Sagan, a buscar al extraterrestre. ¿Dónde está ese prodigio? ¿Cómo son sus naves?, ¿Qué hay de esos fabulosos avances tecnológicos?, ¿Y qué de sus características físicas?....
Gente ociosa, entre ellos el mismo Sagan, se ha puesto a pensar en preguntas, experimentos y pruebas que serían indicativas de que, en efecto, quienes lo dicen están en contacto con seres de otro mundo:
a) El último elemento estable es el plomo, de número atómico 82. 82 es uno de los llamados "números mágicos" en física nuclear. La lista incluye: 2, 8, 20, 28, (40), 50, 82. ¿Qué tienen de mágicos estos números? Pues que los elementos que tienen ese número de protones o neutrones son particularmente estables y tienen una forma esférica. El calcio (Ca, número atómico Z = 20) tiene cuatro isótopos estables y el Estaño (Sn, número atómico 50) diez. Para el número de protones N = 20 hay cinco isótonos estables, en contraste con N = 21 y N = 19, que no tienen ninguno. N = 50 tienen seis y N = 82, siete. La probabilidad de que un núcleo con un número mágico de protones atrape otro protón es mucho más baja que la de sus vecinos, etc. ¿Qué tienen que ver los números mágicos con los extraterrestres? Que el siguiente número mágico es el 126, y lo he excluido de la lista de manera intencional. Se presume que en Z = 126 la tabla periódica de Mendeléyev tiene una isla de estabilidad. Dado que hasta ahora en la tierra sólo se ha alcanzado el elemento Z = 118, si alguien, Jaime Maussan por ejemplo, presentara un objeto hecho con el elemento 126 de la tabla periódica, entonces tendría una prueba irrebatible sobre la visita de seres inteligentes de otro planeta. A cambio de eso Maussan presenta una pulsera de cuarzo corriente que tiene, según él, poderes especiales.
b) Una tecnología semejante a la necesaria para viajar las distancias que se supone que viajan los alienígenas, es compatible con un desarrollo matemático muy superior al nuestro. Los ingenieros y científicos que tripulan esas naves podrían fácilmente resolver, o demostrar la irresolubilidad de, cualquiera de los llamados "siete problemas del milenio" (Sagan proponía el último teorema de Fermat, pero Andrew Wiles ya lo resolvió y, hasta donde se sabe, no recibió ninguna ayuda extraterrestre). Si Maussan presentara un artículo demostrando esos problemas sí que tendría una prueba de la visita de seres de otro mundo (los temas de esos problemas son tan variados y abarcan ramas tan distintas que es practicamente imposible que un sólo hombre pueda resolverlos todos). A cambio de eso tenemos campos de trigo con figuras geométricas que incluyen mensajes de tipo moral o religioso.
c) Durante mucho tiempo se ha especulado con las posibilidades del silicio (Si, Z= 14) como elemento base de la vida, de manera paralela, o sustituyendo a, el carbono. Ambos elementos se encuentran uno debajo de otro, en la tabla periódica, lo cual indica que tienen el mismo número de electrones en su capa externa, y pueden formar los mismos enlaces. El silicio, a pesar de ser un elemento abundante en la tierra no ha sido favorecido a la hora de formar compuestos orgánicos (sus enlaces son más débiles y difícilmente forman una cadena larga). Sin embargo, eso no descarta que no pueda ser viable en otras condiciones, o, por decirlo más claro, la química orgánica en las facultades extraterrestres no necesariamente tiene por qué estudiar los compuestos del carbono. Si se tuviera acceso a una muestra orgánica y se descubriera que su química está basada en otro elemento, esa sería una buena prueba de que en efecto estamos invadidos por seres de otro planeta. A cambio de eso obtenemos videos borrosos de una presumible autopsia practicada a un humanoide.
Imagínese ahora que después de que no aporta ninguna prueba avalando su dicho de que un dragón vive en su garaje, el buen Sagan se enoja con su usted y empieza a acusarlo de ocultar una invasión de dragones invisibles y formar parte de un bien tramado complot en contra no sólo de él, sino de todo el vecindario. Desde luego empezaríamos a dudar de la salud mental de Carl y, tal vez, si le tenemos mucha confianza, le recomendaríamos un buen siquiatra. Pero qué tal el terrible escenario en el que, semanas después del incidente, otro vecino, este a dos cuadras, empieza a gritar que hay dragones en su garaje (algo parecido sucedió a mediados de los 90 en México con la aparición de un ser de fantasía llamado popularmente "El Chupacabras") y que todos los que no le creen forman parte del complot. ¿Es el aumento de testigos la prueba que necesitamos? ¿Cuántos tendrían que ser para creerles?

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