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(Pocos) Éxitos y (muchos) fracasos sobre el tablero

Los paréntesis son míos, el título corresponde a Fernando Arrabal. Y que Arrabal me perdone por quitarle la gracia, pero no pude dejar de apostillar con un tinte un poco pesimista el título de su hermoso libro sobre ajedrez y literatura; apostillas que, sobra decirlo, reflejan mi experiencia personal con los trebejos. Pensarán acaso, aquellos que conozcan el juego y hayan vivido un poco, que más que al tablero, podríamos referirnos a la vida. También lo piensa Arrabal, según me parece después de haber leido las 65 (¿Por qué no fueron sólo 64?) entradas de su librito icónico. Libro que disfrutarán por igual los amantes del las letras y los amantes del ajedrez. Y disfrutará aún más la pequeña intersección de esos dos conjuntos en la cual, sin mayores pretensiones, me cuento. Para los primeros tiene Fernando como aperitivo, y precedido de títulos que atrapan de inmediato (El Infierno de los Jugadores Rusos, Un Anzuelo de Oro en los Ríos de Babilonia,...) 65 entradas que forman un compendio analítico sobre personajes históricos, jugadores y los pasajes y obras que los grandes escritores han dedicado al ajedrez. Como sé que ha pensado en Borges y en Nabokov, y para que se anime a leer el libro, adelantaré que de Borges discute sobre Pierre Ménard autor del Quijote, en particular sobre esta misteriosa frase:
"Un artículo técnico sobre la posibilidad de enriquecer el ajedrez eliminando uno de los peones de la torre: Ménard propone, aconseja, discute y acaba por rechazar esta innovación.
Pues bien, Arrabal también se intriga con esa idea de quitar un peón de torre y se pregunta qué quiso decir Borges:
"La última vez que vi a Borges -en 1984, en Tokio- me habló de ajedrez. Me dijo que su padre era un excelente jugador y que había sido él quién le inició en el ajedrez. Y añadió que había utilizado un tablero para explicarle la paradoja de Aquiles y de la tortuga, que permitía negar la realidad de la velocidad a causa de un punto intermedio."
Y, dice además
"Tuve en la punta de la lengua la pregunta para conocer la solución a este enigma, pero...".
Para el segundo y tercer grupo, y constituyendo el plato fuerte del banquete, hay 65 miniaturas en las que el lector se enfrenta a un gran maestro mediante un test del tipo "usted juega". Por cada respuesta correcta va sumando una, dos o tres estrellitas, el total de las cuales le ubican en las halagüeñas categorías de Maestro, 1a. Categoría y Promesa. En esta sección se puede pasar todo el tiempo que quiera tratando de emular a Karpov, Kasparov, Fischer... Recuerdo con particular agrado la partida en 17 jugadas entre la adolescente (de 12 años) Judith Polgar y la Búlgara Angelova, que termina con un inesperado sacrificio de dama. Partida que ha pasado a ser ya parte del acervo histórico del ajedrez y que aparece aquí comentada por Leontxo García:
Ya para terminar y disfrutar de la sobremesa, a manera de rosquillas nos sirve 65 problemas de mate en 2, que bien pueden hacerle recordar aquella frase que le dijo su tía a Luzhin, el niño de La Defensa, de Nabokov: "El ajedrez, querido, es complicado".

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