Logoi: ¡Vallejo escribió un ensayo!

Oculto apenas, entre la estridencia de la obra de Fernando Vallejo, se encuentra un libro que destaca por su sobriedad y belleza: Logoi, Una Gramática del Lenguaje Literario. El libro fue publicado en 1983, dos años antes de que el autor iniciara el ciclo titulado finalmente El Río del Tiempo. Tal vez esa era la época en la que lo podía hacer; a la postre, Vallejo se volvió novelista. Novelista de tiempo completo, en los libros y en la vida. Al grado de que sus ensayos también son "novelados". Fernando es un buen ejemplo del escritor "catoblepas" que menciona Vargas Llosa en Cartas a un Joven Novelista, vive absolutamente de "comerse" a sí mismo para producir su obra. "Ya no tengo nada que escribir", ha confesado recientemente. Como Gorostiza, se encuentra "ahíto" de sí.
Logoi no será una de sus obras más leídas. No puede competir con los provocadores títulos de El Desbarrancadero o La Puta de Babilonia. Se trata, más bien, de un libro para especialistas escrito por un especialista; un gramático que lo mismo cita obras en griego antiguo que en italiano, en inglés que en español, en francés que en latín. Y es también un libro que podría haberse subtitulado "Contra la Originalidad en la Literatura", ya que el ensayo parte de una idea atípica:

"Hasta hoy la crítica literaria ha estudiado a los escritores bajo el ángulo de su originalidad. Vamos a mirar el reverso de la medalla y a considerar la literatura como el reino de lo recibido, como el vasto dominio de la fórmula, del lugar común y del cliché."

Para dar cuenta de esta idea básica, el libro está dedicado a revisar todas las construcciones y giros que a lo largo del tiempo han sido patrimonio común y herencia de la literatura. Desde los poemas homéricos hasta la literatura del siglo XX, los teóricos y literatos muestran coincidencias gramaticales y semánticas que en conjunto forman un gran cliché del que todos se nutren, y que es bueno conocer, antes de reinventar la rueda:

"Una idea que, colocada al comienzo o en el medio de una frase, no tiene mayor encanto, se llena de gracia si se pone al final. Tal es el caso del pasaje de Jenofonte sobre Ciro: 'Como regalo le dió un caballo, una túnica, un collar, y la seguridad de que su país ya no sería saqueado'. Es la última cláusula de la frase, 'la seguridad de que su país ya no sería saqueado', la que le da su encanto, ¡tan extraña e insólita es la dádiva! Y el encanto se debe a la posición de la cláusula: colocada al principio se habría perdido".(Demetrio, Tratado sobre el estilo, citado por Fernando Vallejo)

Sinclair Lewis y Dumas, Proust y Homero, Virgilio y Borges; todos tienen algo en común: usan las mismas fórmulas para "escribir bien". Fórmulas que ninguno de ellos creó: de la aposición al quiasmo, de las gradaciones a la perífrasis, de la sinestesia a la enumeración, los escritores lo han hecho todo igual, y los orígenes de estas formas se pierden en "la noche de los tiempos" prehoméricos. Y, desde siempre, la fuente de la que han bebido los literatos ha sido la literatura misma:

"El Quijote, la obra cumbre de las letras españolas, es en parte un libro sobre otros libros. El ingenioso hidalgo, enamorado de la palabra escrita, cabalga tras una quimera literaria. El genio de Cervantes descubrió que la literatura, más que de la vida, se inspira en la literatura."
Sí. Vallejo escribió un ensayo. Cuando era crítico consigo mismo y diferenciaba entre la vida y la literatura, lo hizo. Fernando no es historiador, ni físico, ni biólogo: es literato. Esa es la profesión que más ama y esa es la que comprende. Al Fernando novelista lo conocemos bien; al Fernando ensaysita debemos buscarlo, no en La Tautología Darwinista, ni en Manualito de Imposturología Física (libros que sólo muestran la gran ignorancia del autor), sino en Logoi, Una Gramática del Lenguaje Literario.

Leave a Reply

Con la tecnología de Blogger.