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Hitler vs Napoleón

Hay un par de paralelismos, más evidente uno que el otro, en las derrotas de Napoleón y Hitler. Por una parte, como es bien sabido, la derrota de Hitler se debió principalemente, discusiones de por medio, a la resistencia y el lento pero inevitable avance ruso en el frente oriental. Hitler cometió el error de creerse su propia propaganda política. La Unión Soviética, bajo el dominio tiránico de Stalin, el cual recién acababa de liquidar a 20 mil oficiales del ejército como parte de las purgas, no tenía que ser más que un país débil. Justo al principio de la Segunda Guerra Mundial, los finlandeses ya habían hecho ver mal al gigante oponiéndole una resistencia inesperada. "Basta con que demos una patada en la puerta, y todo el edificio podrido se vendrá abajo", dijo Hitler. La patada se dio en el verano de 1941 y se llamó, Hitler era un hombre dramático, Operación Barbarroja. Y mucho se ha discutido las razones por las que Stalin no dió muestras de iniciativa o valentía en las primeras semanas. El número de bajas, pérdidas materiales y de territorio, son para no creerse. Los alemanes rompieron todos los récords, la mayor infantería jamás movilizada (quizá sólo en la imaginación de Herodoto encontramos un parangón), las captura más grande de prisioneros en una sola operación, la mayor cantidad de aviones destruidos en una semana... Stalin simplemente no dijo palabra.
Hay dos puntos más o menos dignos de crédito ante esta inmovilidad. Stalin estaba esperando que al ataque alemán por el occidente, los japoneses contestaran con un ataque en oriente. Tomado a dos fuegos, simplemente lo iban a hacer sándwich. Stalin sólo movilizó sus fuerzas de el este lejano cuando supo, por sus agentes, que era de todo imposible un ataque japonés. También existe la hipótesis de que la disposición de las fuerzas era tan mala simplemente porque Hitler se adelantó en semanas a un ataque que el alto mando soviético ya preparaba en su contra (ésto explica por qué los pertrechos de guerra estaban tan cerca de la zona dominada por Alemania). Lo importante a resaltar es que, a pesar de la catástrofe inicial (la vanguardia alemana llegó a divisar las torres del Kremlin a través de binoculares) con la llegada del invierno, vino también el fin de la guerra relámpago. La operación que habría de terminar "antes de la llegada del invierno" acabó, cuatro veranos más tarde, con una hecatombe en Berlín. Pero la derrota alemana había comenzado antes, contra un enemigo singular: Inglaterra.
"Hitler no está peleando sólo contra Stalin -anotó Jûnger en sus diarios- también pelea contra Napoleón". Como Hitler, Napoléon fue derrotado por los rusos. Pero la derrota del corso también inició años antes, y fue también contra el mismo enemigo: Inglaterra. Napoleón comenzó siendo el defensor de la revolución francesa, y supo derrotar, con un ejército mal alimentado y mal pertrechado, a los ingleses en Francia y a los austriacos en Italia. Ya desde los tiempos de Robespierre se veía a Inglaterra como el enemigo más grande. Ideas fantásticas se le ocurrieron a Napoleón para invadir la isla, y finalmente se decidió a embarcar. Pero no hacia Inglaterra, sino hacia Egipto: ahí cortaría el paso de suministros desde las colonias. Para Napoleón, igual que para Hitler, el mapa de Europa era un enorme tablero de ajedrez. Años después, el Emperador estableció un bloqueo continental a los productos ingleses. Tenía que golpear la economía para tomar el país. Sin embargo, pronto se dió cuenta, de que con Rusia como aliada de los ingleses, nunca tendría éxito, por éso invadió Rusia.
Exactamente lo mismo le pasó a Hitler. Su idea de tomar Inglaterra era perfectamente válida. Era el último país de Europa occidental que representaba una amenaza seria. Aún más, aunque tal vez no fuera evidente en ese momento, la isla era un gran portaaviones justo en la entrada de Europa. A principios de los 40 las expediciones aéreas no podían venir desde Estados Unidos, pero sí desde Inglaterra. La resistencia inglesa hizo pensar a Hitler que sin su aliado continental, los ingleses no tendrían más que rendirse. Y por eso invadió Rusia.
Cuando los enviados de Jerjes fueron a Esparta, lo dijeron claro: si entro a tu país lo voy a arrasar. Inglaterra, un país que en tierra no ofrecería mayor resistencia al hábil Napoleón o a la maquinaria alemana, respondió igual que los espartanos a Jerjes: primero tienes que entrar.

Comentarios

  1. Un buen libro sobre la guerra en Europa: Europa en Guerra, Norman Davies.

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