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El hombre contra el sistema: La Conjura de los Necios.

El hombre tomó una manguera de jardinería, metió un extremo por la ventanilla del conductor y el otro lo conectó al tubo de escape. Era un día de primavera de 1969 y el hombre, John Kennedy Toole, terminaba así el último viaje de su vida. Apenas es posible rescatar más datos de su biografía: había nacido en Nueva Orleans 32 años antes, criado por una madre opresiva y graduado con honores en la universidad de Tulane, donde estudió letras. Había servido dos años en el ejército en una base en Puerto Rico y tenido un par de trabajos: uno en la industria textil y otro como vendedor callejero en un carrito de tamales. Años antes había terminado de escribir una novela que sometió a la consideración de la editorial Simon and Schuster: fue rechazada. En parte por esto, en parte por problemas sicológicos más profundos a los que su madre contribuyó, había caído en la espiral depresiva que le llevó, finalmente, a emprender aquél viaje por el país que tuvo fin no lejos de su natal Luisiana: en el vecino estado de Misuri.
En 1976, Thelma Toole, la madre de John, hizo llegar el manuscrito de la novela al escritor Walker Percy para que la leyera. "¿Por qué iba a querer yo hacer tal cosa?", preguntó Percy, "Porque es una gran novela", contestó ella. Lo es. El libro fue publicado en 1980 con el título La Conjura de los Necios y ganó el Pulitzer en 1981.
En una calle de Nueva Orleans hay una estatua de un hombre obeso y desgarbado; viste con una gran camisa de franela y carga sobre su cabeza una gorra con orejeras largas; frente a su nariz un gran bigote le sirve como filtro para el polvo y los malos olores. Tiene en la base una leyenda: Igantius J. Reilly as portrayed by John McConnell.
Ignatius Reilly es el personaje principal de La Conjura de los Necios, y sería imposible que fuera el protagonista de una novela de amor, aunque La Conjura de los necios es una historia de amor; tampoco encaja en una tragedia, aunque en buena medida, La Conjura de los Necios es una tragedia, Ignatius parece más un personaje cómico, y la novela es también cómica. Lectores distintos pueden tener apreciaciones distintas: "Se trata de una parodia de las novelas policiacas", me dijo alguien que también la leyó. Eso también es cierto.
Ignatius es un Don Quijote definido por su cuerpo. Padece de una obesidad mórbida y le es muy difícil moverse; de carácter nervioso, ha llegado a convertir a su válvula pilórica en la caja de resonancia de todos sus problemas; sometido a estrés se convierte en un dragón que expulsa gases estomacales sonora y contínuamente. Nunca ha tenido un trabajo y pasa la mayor parte del tiempo encerrado en su cuarto mientras escribe un tratado de moral para la generación decadente en la que le tocó vivir, tiene esa labor como la más importante no sólo para él, sino para su madre; el tiempo, la economía y todas las comodidades de la pareja deben estar sometidas a la realización de esa obra. Por si fuera poco, rige su vida por una filosofía medieval en la que La Consolación de la Filosofía, de Boecio, ha llegado a ser un manual de cabecera y es un firme creyente de que la diosa Fortuna rige al mundo.
A lo largo de la historia mantiene una extraña relación a distancia con Myrna Minkoff, su novia de la universidad, la cual es activista política y tiene la solución a todos su problemas: una buena dosis de sexo lo volvería "normal". Pero a Ignatius le repugna el sexo, y esas insinuaciones de Myrna hacen que él llegue a despreciarla.
Con esa mezcla extemporánea de idealismo medieval y aberración física, es inevitable que se vea metido en problemas en los Estados Unidos durante la Guerra Fría; en más de una ocasión es acusado de "comunista", con las implicaciones que eso conlleva. En tanto pudo, su madre lo mantuvo alejado de los problemas que se causaba a sí mismo, en una burbuja, aislado del mundo como un pequeño Buda; pero una necesidad económica no les deja opción, Ignatius, con un título universitario, debe conseguir un empleo y enfrentarse a la vida.
Lo que sigue es la tragedia que sufren todos los que son diferentes. Y esa tragedia queda expresada, sin ningún sentimentalismo, en ésta frase que Ignatius escribe en uno de sus cuadernos:

"sólo me junto con mis semejantes, pero como no tengo semejantes, siempre estoy solo"

Solo y sometido a ataques continuos que lo convierten en la víctima perfecta de todos los que lo rodean y que por su visión corta del mundo necesitan un chivo expiatorio para justificar sus problemas. Al final son ellos, los hombres de su tiempo, los que muestran una gran maldad. En ellos pensaba John Kennedy Toole cuando le puso título a su libro y escribió, al principio, ésta frase de Jonathan Swift:

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios conjuran contra él."

Pocos personajes trascendentes tiene la literatura universal, muy pocos la literatura estadounidense y ninguno la literatura mexicana, por cierto. Ignatius es un personaje que ha trascendido y con él La Conjura de los Necios también lo ha hecho. Los editores cometen errores, y el rechazo de ésta novela fue uno muy grande. Algo muy parecido sucedió con El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa. En los dos casos el autor murió después de que sus novelas, a la postre reconocidas como obras maestras, fueran rechazadas. En el caso de Kennedy Toole, la decisión fue trágica, porque en buena medida contribuyó a su muerte. De haber sido publicado en los 60, es probable que hubiera continuado escribiendo y se habría evitado, quizá, aquél suicidio en Misuri con una manguera de jardín conectada al escape de un automóvil.

Comentarios

  1. Muy buena entrada, aunque no puedo negar que me hizo sentir algo triste, por el final de John Kennedy Toole. Voy a tratar de conseguirla. :) Saludos.

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    Respuestas
    1. Muy buena novela. Creo que te gustaría. ¡Saludos para ti!

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