En 1965, siendo un joven escritor con un futuro excelente, Vicente Leñero acudió a una reunión en la que se congregaba lo mejor las letras mexicanas. La catalana Carmen Balcells estaba en el país buscando escritores para representarlos como su agente litararia.
-Ya tengo a Vargas Llosa y a Cabrera Infante -dijo como carta de presentación.
Leñero se acababa de anotar un éxito temprano con su primera novela y Carmen lo quería en su nómina. Para hacer ingeniería social, se había organizado aquella velada. Como la mujer estaba rodeada de personas importantes, Leñero se hizo chiquito y se sentó junto a un hombre bigotón que comía sandwichitos. Él también tomó uno.
-Los albañiles -dijo el bigotón.
-¿Que qué?. ¿Ha leído usted mi novela?
-La tengo en mi buró, junto a los libros de Graham Greene. Ya sólo tú y yo leemos a Graham Greene.
Una de las desventajas de ser famoso es que la gente te saluda en todos lados y tú ni idea, pero qué se le va a hacer, ese es el precio de la fama.
Leñero se sintió tan contento como se siente un escritor al que le hablan de su obra. Tomó whiskeys y comió más sandwichitos. El hombre sí que sabía de literatura. Hablaron de El tercer hombre y El americano impasible, también de Inglaterra me hizo así. Definitivamente se trataba de un escritor, pero ya a esas alturas, preguntar su nombre iba a ser una descortesía. Aprovechando un descuido de su interlocutor se acercó a un amigo.
-Oye, ¿quién es ese hombre de bigotes? Llevo rato platicando con él pero no lo conozco.
El hombre era escritor y con el tiempo llegaría a ser el favorito de Balcells, era Gabriel García Márquez.
Me hubiera gustado escribir un par de entradas para hablar de Vicente Leñero, una para Gente así y otra para Más gente así, pero la calidad de los libros no da para tanto. Tuve la suerte de leerlos en orden inverso y prefiero quedarme con la buena impresión de Más gente así; en especial con los tres primeros relatos y en particular con el primero, Las uvas estaban verdes, de donde tomé la anécdota anterior. Nunca antes había sido capaz de avanzar en un libro de Leñero; lo intenté con Los albañiles y con Estudio Q pero hace ya mucho tiempo que dejé de leer libros que no me gustan. Más gente así me gustó. Las uvas estaban verdes es un testimonio de varios años de relación dolorosa entre Balcells y Leñero al cabo de los cuales han alcanzado una sana indiferencia. También es, a mi modo de ver, una crónica del desencanto que sufrió Leñero al saber que nunca formaría parte de ese Boom latinoamericano que volvió famosos y ricos, casi de la nobleza (Vargas Llosa es, de hecho, un marqués) a cuatro o cinco escritores y dejó mirando a los demás. Tomando como base una fábula de Esopo, Leñero le escribe un reclamo literario a Carmen que parece decir: al fin y al cabo, no quería que me representaras.
El libro está compuesto por 15 relatos en los que el autor juega mezclando hechos con fantasía. Al inicio de Gente así escribió: "Quien dice la verdad, casi no dice nada". No pretendo dar una reseña de cada uno de los escritos sino más bien remarcar que el libro es bueno, sobre todo al principio. Aún así, sería una gran falta no mencionar el tercero: Guerra santa. Ahí aparece narrada una noticia que publicó originalmente La Jornada y que fue convertida en cuento a base de querer ser guión de cine. Un pastor estadounidense y un sacerdote mexicano se enfrascan en una lucha desleal por las almas de los hombres en un pueblito en Texas. A caballo entre la tragedia y la comedia, la historia parece tener sentido sólo porque la cuenta Leñero, porque en otro tono y otro lugar no podría caber. Sólo en un libro llamado Gente así o Más gente así.
-Ya tengo a Vargas Llosa y a Cabrera Infante -dijo como carta de presentación.
Leñero se acababa de anotar un éxito temprano con su primera novela y Carmen lo quería en su nómina. Para hacer ingeniería social, se había organizado aquella velada. Como la mujer estaba rodeada de personas importantes, Leñero se hizo chiquito y se sentó junto a un hombre bigotón que comía sandwichitos. Él también tomó uno.
-Los albañiles -dijo el bigotón.
-¿Que qué?. ¿Ha leído usted mi novela?
-La tengo en mi buró, junto a los libros de Graham Greene. Ya sólo tú y yo leemos a Graham Greene.
Una de las desventajas de ser famoso es que la gente te saluda en todos lados y tú ni idea, pero qué se le va a hacer, ese es el precio de la fama.
Leñero se sintió tan contento como se siente un escritor al que le hablan de su obra. Tomó whiskeys y comió más sandwichitos. El hombre sí que sabía de literatura. Hablaron de El tercer hombre y El americano impasible, también de Inglaterra me hizo así. Definitivamente se trataba de un escritor, pero ya a esas alturas, preguntar su nombre iba a ser una descortesía. Aprovechando un descuido de su interlocutor se acercó a un amigo.
-Oye, ¿quién es ese hombre de bigotes? Llevo rato platicando con él pero no lo conozco.
El hombre era escritor y con el tiempo llegaría a ser el favorito de Balcells, era Gabriel García Márquez.
Me hubiera gustado escribir un par de entradas para hablar de Vicente Leñero, una para Gente así y otra para Más gente así, pero la calidad de los libros no da para tanto. Tuve la suerte de leerlos en orden inverso y prefiero quedarme con la buena impresión de Más gente así; en especial con los tres primeros relatos y en particular con el primero, Las uvas estaban verdes, de donde tomé la anécdota anterior. Nunca antes había sido capaz de avanzar en un libro de Leñero; lo intenté con Los albañiles y con Estudio Q pero hace ya mucho tiempo que dejé de leer libros que no me gustan. Más gente así me gustó. Las uvas estaban verdes es un testimonio de varios años de relación dolorosa entre Balcells y Leñero al cabo de los cuales han alcanzado una sana indiferencia. También es, a mi modo de ver, una crónica del desencanto que sufrió Leñero al saber que nunca formaría parte de ese Boom latinoamericano que volvió famosos y ricos, casi de la nobleza (Vargas Llosa es, de hecho, un marqués) a cuatro o cinco escritores y dejó mirando a los demás. Tomando como base una fábula de Esopo, Leñero le escribe un reclamo literario a Carmen que parece decir: al fin y al cabo, no quería que me representaras.
El libro está compuesto por 15 relatos en los que el autor juega mezclando hechos con fantasía. Al inicio de Gente así escribió: "Quien dice la verdad, casi no dice nada". No pretendo dar una reseña de cada uno de los escritos sino más bien remarcar que el libro es bueno, sobre todo al principio. Aún así, sería una gran falta no mencionar el tercero: Guerra santa. Ahí aparece narrada una noticia que publicó originalmente La Jornada y que fue convertida en cuento a base de querer ser guión de cine. Un pastor estadounidense y un sacerdote mexicano se enfrascan en una lucha desleal por las almas de los hombres en un pueblito en Texas. A caballo entre la tragedia y la comedia, la historia parece tener sentido sólo porque la cuenta Leñero, porque en otro tono y otro lugar no podría caber. Sólo en un libro llamado Gente así o Más gente así.
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