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Cortázar, el juguetón

No hay alguien llamado Julio Cortázar, no me consta. Abro mi diccionario y leo: "De padres argentinos, nació en Bruselas..." Me consta que hay una ciudad llamada Bruselas porque he estado ahí, pero nunca he estrechado la mano del señor Cortázar. Hojeo una revista literaria y veo, de pie frente a un muelle, a un hombre alto de cabello negrísimo y barba cerrada mirando el agua con una mirada que la traspasa. "Un adulto con un espíritu juguetón y curioso, un cronopio que legó al mundo cuentos, novelas, ensayos..." Acepto que el hombre de la fotografía existe y que alguna vez posó para un fotógrafo, pero de ahí a los diccionarios y a los premios literarios hay un gran trecho. Abro una página de videos en internet y escucho un audio: "Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj"; el actor es un hombre de voz agradable y acento indistinguible que arrastra las erres como esos franceses que aprendieron el español  y lo hablan más con la garganta que con la boca. El audio es estupendo. También reviso unas fotografías del escritor Gabriel García Márquez; lo veo con su esposa, con sus amigos, dando un discurso ante muchas personas. Me detengo ante una en donde aparece tirado en una cama junto a un hombre de piernas largas y una máscara: "Gabriel García Márquez junto a Julio Cortázar disfrazado de hombre lobo", reza el pie de figura. Qué bien, parece que alternadamente muchos hombres se las arreglan para hacerse pasar por Julio Cortàzar en distintos lugares y en distintas épocas, y otros muchos les siguen el juego. Voy por la calle y le pregunto a un peatón que si conoce a  un tal Julio Cortázar. El hombre me ve con asombro y pasa de lado sin contestarme, apresura el paso y cruza la calle, es un hombre alto. A pocos pasos encuentro a una muchacha,  amable le sonrío, disculpe, señorita - la abordo- ¿De casualidad conoce usted a Julio Cortázar? -Sí -responde- claro, allí va, es aquel hombre alto.

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