Los sonetos a Orfeo, Rainer Maria Rilke


Antes de hablar del libro, he pensado que tal vez conviene definir qué es lo que yo entiendo por poesía, para jugar con contexto. Hay una anécdota del encuentro entre los físicos Robert Oppenheimer y Paul Dirac en Inglaterra cuando eran todavía jóvenes y desconocidos. Oppenheimer era un tipo brillante que se había tomado el tiempo de aprender un sinfín de cosas, más prácticas unas que otras, entre las que se encontraban la poesía y las lenguas. Así que no era raro que anduviera por ahí recitando poemas en sánscrito y en otras lenguas inauditas. Dirac, por su parte, era un tipo menos vistoso aunque no menos genial, un hombre parco; y se cuenta que le comentó a Oppenheimer: "Me sorprende que seas físico y escribas poesía, son dos campos completamente opuestos, los físicos tratan de decir cosas complicadas de una manera simple, mientras que los poetas siempre dicen las cosas simples de la manera más complicada posible".
Entiendo que la caricatura que hace Dirac de la poesía es injusta, pero no deja de tener un fondo; al menos hay mucha gente que así piensa (sin ir más lejos, la persona que me prestó el libro, me lo dio diciendo <<toma, licenciado, a ver si puedes con él, yo no lo entiendo>>). Hay un par de elementos base en la poesía, según mi parecer, y justo en medio de ella, casi como consecuencia natural surge un tercero, ese al que se referían Dirac y mi amigo.
De nuevo, antes de decir algo acerca del libro, debo decir que es uno traducido, porque no soy capaz de leer en alemán, la lengua en la que fue escrito. Eso me lleva a la primera de esas dos cuestiones base de las que hablaba hace un momento. Creo que la poesía es (aunque no necesariamente) métrica. Al igual que en la música, la medida es una forma esencial en la poesía, al grado tal de que muchas formas se definen sin más por la medida (cuarteto, quinteto, soneto...) Esa virtud nemotécnica del verso, de la que hablaba Borges, viene justamente de que la cadencia y los acentos son características que se fijan en la memoria antes que cualquier mensaje.
El segundo elemento que considero importante, base, de la poesía, es justamente el mensaje, o lo que el poeta transmite. La poesía vive dentro del lenguaje cotidiano y como tal se sirve de las frases y construcciones que usamos en la comunicación llana. Pero la poesía no busca transmitir la información, por bella que sea, que existe ya en el mundo real, busca más bien encontrar usos nuevos para objetos y situaciones cotidianas. Pensemos en este par de versos "...la luna es la boca silenciosa de la noche dormida, la caricia intentada por los muertos..." ¿Había alguien pensado antes que José Carlos Becerra (el poeta que escribió esas líneas) en la luna como la boca de la noche dormida? Yo no, por cierto. La imagen es original y hay ternura y belleza en ella. Acaso al pensarla así ya no queremos romper el silencio para no despertar a la noche; quizá a un par de estrellas cercanas a la luna las veremos como un hilito de saliva que corre desde la boca de nuestra perezosa dormida; sin esfuerzo sigue a esto el imaginar el día como un abrir de ojos que llena de luz todo el ambiente, etcétera. Y ¿qué decir del segundo verso? ¿cómo es una caricia intentada por los muertos? Es casi un lugar común asociar el viento suave que surge de la nada en un momento en el que recordamos a alguien fallecido como una manifestación del espíritu de este que nos saluda jugueteando con nuestros cabellos. Pero, ¿la luna y su luz pálida? Esa caricia es bastante más sutil y desapercibida. Ni siquiera es, nos previene el autor, una caricia lograda sino más bien intentada. La poesía abunda en estas creaciones que no son digeribles de entrada, como esos tragos a los que no estamos acostumbrados, debemos paladearlas, escupirlas en una primera instancia, repensarlas y saborearlas.
Cuando uno, ¡Dios me libre!, tiene que traducir un verso, a cuál de los dos elementos tiene que atender, ¿a la musicalidad representada por la métrica o al mensaje literal?
Los sonetos a Orfeo, de Rainer María Rilke fueron publicados en 1923, el mismo año de publicación de las Elegías de Duino, consideradas por los críticos como su trabajo mayor. Son cantos a la tierra, cantos de muerte y de despedida. algunos de desesperación.
Puedo entender algunas palabras en alemán, pero no lo suficiente como para poder apreciar a Rilke. Sólo algunas estrofas cortas:

Knaben, o werft den Mut
nicht in die Schnelligkeit,
nicht in den Flugversuch

Alles ist ausgeruht:
Dunkel und Helligkeit,
Blume und Buch.
Se trata de la parte final del soneto XXII, Libro primero, y la traducción, de Jesús Munárriz, aunque podría ser la de cualquier otro, es esta:
Muchachos, no malgastéis
arrojo en velocidad
ni en intentos de volar.

Todo descansa: lo oscuro
igual que lo luminoso,
la flor, lo mismo que el libro.
Se ha traducido aquí el mensaje, pero no la música, porque quizá es imposible. La poesía tiene la desventaja, digamos comparada con la música, de que casi siempre la leemos y casi nunca la escuchamos. La música, en cambio, es totalmente auditiva, y no es extraño que nos guste una canción cuyo mensaje no entendemos pero cuyas notas apreciamos muy bien.
Por otra parte, hay versos con tanta fuerza por sí mismos que aunque no estén en el original, hacen detener por un momento la lectura:

Deja atrás las despedidas adelantándote a ellas,
actúa como el invierno, que se retira puntual.
o:
No alcéis ninguna lápida. Dejad únicamente
que florezca la rosa cada año en su honor.
Alguna vez escuché de la existencia de un diccionario al revés: un diccionario cuyas entradas estaban escritas en sentido inverso y cuya principal utilidad era, vergonzosamente, servir a malos poetas que necesitaban terminar un verso con cualquier palabra que cumpliera la rima. La medida impone y no todos saben salir bien librados de esa restricción. Pasa en poesía con la medida y el mensaje lo que pasa en la física con la materia y el espacio: se gobiernan y se deforman una a la otra. Lo que surge como combinación de ese par de elementos puede ser muy complicado, aunque al igual que ningún físico trata nunca de describir el mundo de la manera más difícil e ininteligible posible sólo por hacerse el interesante, ningún poeta que se respete tiene como intención última el escribir de manera incomprensible o poner al final del verso cualquier cosa que rime, aunque sea de manera incoherente con el resto de la obra.
Me ha gustado mucho el libro de Rilke, y he tenido ganas de leerlo y releerlo con calma, esperando comprender ese tercer elemento que surge del mensaje y la forma, esos pasajes que son a veces incomprensibles pero bellos.

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