"No soy bueno usando la palabra hablada o escrita, sobre todo si tengo que hablar de mí."Antes de iniciar tomé de mi librero Cartas a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa. Pasé las páginas con entusiasmo sintiendo el poder analgésico de Vargas Llosa sobre mi perpetua frustración por no poder ser un escritor. Ahora sí, Carlitos, vas a escribir una novela que inicie otro boom en América Latina, como para que García Márquez se cague de envidia en su lecho de muerte. Y ahí estoy, buscando con desesperación la receta secreta para ser un gran novelista... Pero no. Dijo el peruano que siempre no; que no todos, tú no, Carlitos, pueden ser escritores. Que para escribir se necesita haber tenido una infancia de ensueño, rica en fantasía y motivaciones, que, con paciencia y trabajo arduo, es la semilla que dará origen al novelista. ¡Zaz! Entonces me convencí de que no sirvo para nada. Dedícate a tu carrera, a la administración, me decía Ruicito por aquellos días, para eso estudiaste, ¿qué no? Pero mi talento no da ni siquiera para administrar un Oxxo. No, Ruicito, no; yo no quiero que me paguen por escribir, ni siquiera que me editen o que me lean, yo sólo quiero escribir novelas para mí mismo, como para crear mundos que me exorcisen de mis demonios, pues. Y entonces, como Proust se iba a rumiar sus penas por Illiers, yo subía por la escalera de caracol a mi cuartito en la azotea de mi casa para releer Sartoris otra vez. Pero qué impaciencia surgía en mí que no me permitía estar en paz con mis libros y mientras más leía más deseos sentía de escribir como para demostrarme que, aunque un fracaso en la vida, había algo en lo que podía tomarme la revancha por tanta injusticia que el cielo cometía conmigo. Esa impaciencia que me hacía mirar mi viejo Scribe de cuadros chicos con las hojas en blanco como esperando que vaciara en ellas todo lo que de otra forma no iba a salir. Fue entonces cuando me animé a escribir un poco de mi vida, de qué más si es lo único que conozco bien, y olvidé Cartas a un joven novelista sabiendo que ya no soy un joven y que nunca seré un novelista.
Klimt
Cimón A Pero la eduqué y la crié como lo hicieron conmigo, en la tradición romana influenciada positivamente por la cultura y tradiciones griegas, para vivir en un mundo interno rico y libre. Las ideas judías-cristianas han cambiado de fondo a la sociedad actual y la han hecho temerosa, sumisa y sin vida. Yo no quise que mi hija fuera parte de ella y creo que lo logré. Ese corrillo que circula de boca en boca en los baños y en las plazas es un escándalo completamente artificial. Me explico. Pero es una mujer hermosa, muy parecida a su madre, aunque debo decir que yo no soy un hombre feo. Mi hija es una mujer alta de ojos trigueños y cabellos como miel que le caen a la mitad de la cintura cuando deshace sus trenzas. Su piel es tierna y nerviosa como la de una gata bajo las caricias. Las redondeces de su cuerpo son dulces y las he disfrutado desde que ella era una adolescente. Y quizá lo mejor de ese cuerpo perfecto son sus pechos rotundos y suaves que hacen sentir tan cerca u...
Hola,Hitmontop:
ResponderEliminarSólo para comentarte que me ha gustado mas el formato que le has puesto a este blog. Espero subas más entradas en breve. ;)
¡Hola! Agradezco tus comentarios. Acabo de subir otra entrada.
ResponderEliminarMuchos saludos.