"No soy bueno usando la palabra hablada o escrita, sobre todo si tengo que hablar de mí."Antes de iniciar tomé de mi librero Cartas a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa. Pasé las páginas con entusiasmo sintiendo el poder analgésico de Vargas Llosa sobre mi perpetua frustración por no poder ser un escritor. Ahora sí, Carlitos, vas a escribir una novela que inicie otro boom en América Latina, como para que García Márquez se cague de envidia en su lecho de muerte. Y ahí estoy, buscando con desesperación la receta secreta para ser un gran novelista... Pero no. Dijo el peruano que siempre no; que no todos, tú no, Carlitos, pueden ser escritores. Que para escribir se necesita haber tenido una infancia de ensueño, rica en fantasía y motivaciones, que, con paciencia y trabajo arduo, es la semilla que dará origen al novelista. ¡Zaz! Entonces me convencí de que no sirvo para nada. Dedícate a tu carrera, a la administración, me decía Ruicito por aquellos días, para eso estudiaste, ¿qué no? Pero mi talento no da ni siquiera para administrar un Oxxo. No, Ruicito, no; yo no quiero que me paguen por escribir, ni siquiera que me editen o que me lean, yo sólo quiero escribir novelas para mí mismo, como para crear mundos que me exorcisen de mis demonios, pues. Y entonces, como Proust se iba a rumiar sus penas por Illiers, yo subía por la escalera de caracol a mi cuartito en la azotea de mi casa para releer Sartoris otra vez. Pero qué impaciencia surgía en mí que no me permitía estar en paz con mis libros y mientras más leía más deseos sentía de escribir como para demostrarme que, aunque un fracaso en la vida, había algo en lo que podía tomarme la revancha por tanta injusticia que el cielo cometía conmigo. Esa impaciencia que me hacía mirar mi viejo Scribe de cuadros chicos con las hojas en blanco como esperando que vaciara en ellas todo lo que de otra forma no iba a salir. Fue entonces cuando me animé a escribir un poco de mi vida, de qué más si es lo único que conozco bien, y olvidé Cartas a un joven novelista sabiendo que ya no soy un joven y que nunca seré un novelista.
Klimt
Ingreso básico Una mañana de junio de 2..., la señorita V entró a su laboratorio con una taza de café en la mano y un periódico en la otra. Había una foto del capitolio en primera plana y, en la esquina, un solecito se asomaba detrás de unas nubes. La señorita V no era propiamente una astrofísica, su tarea en el laboratorio consistía en vigilar los parámetros que se medían en algunas regiones estelares señaladas de antemano por el comité de científicos del observatorio. Ella desconocía los detalles pero tenía un ojo entrenado y muchos programas de computadora que la hacían saltar a veces ante las variaciones anormales en sus monitores. Dejó el periódico sobre la mesa y apuró un trago de café cuando un par de parámetros llamaron su atención. En unos comparativas entre datos correspondientes a mayo y las actuales de junio, en una estrella en particular, correspondientes a la región KOI-4878, algo parecía estar yendo muy aprisa. Hasta mayo, y desde hacía meses, la estrella tenía el ...
Hola,Hitmontop:
ResponderEliminarSólo para comentarte que me ha gustado mas el formato que le has puesto a este blog. Espero subas más entradas en breve. ;)
¡Hola! Agradezco tus comentarios. Acabo de subir otra entrada.
ResponderEliminarMuchos saludos.