Trataba de sincronizar mi respiración con la de ella y por espacios de tiempo que me parecían breves lo lograba. Era bueno saber que estábamos a solas así que la abrazaba fuerte como para no dejar escapar algo de su calor. Jugaba un poco con su cabellera blonda y aquel torrente se perdía entre mis manos dejando un perfume dulce que todavía recuerdo. A veces, invariablemente se movía un poco entre ronroneos que sólo yo podía escuchar para seguir durmiendo un sueño níveo cargado de ilusiones. Si yo estaba o no en ese sueño es algo que no me importaba entonces y que no me importa ahora; había en su cabeza un gran misterio que mi imaginación fantástica se encargó de develar, llenando vacíos, adecuando miradas y gestos conforme al más egoísta de mis caprichos y tomando siempre aquello que deseaba escuchar. No hay evidencia que cambie la sentencia de un juez que ha dictado el veredicto antes de iniciado el juicio. Así que vivía en un mundo de verdad y mentira, con una ambigüedad palpable, entre dos mundos que aunque se conocían no se mezclaban. No me importaba. Contemplarla dormida, después de algunos escarceos, se convirtió en una adicción. A veces separaba sus labios con mis dedos sólo para sentir la humedad de su boca derramándose a cada momento. Bebía su aliento y sentía correr su sangre bajo la piel blanca, tan blanca que me hacía recordar a la infanta de Francia en Tirant lo Blanc. Con cuidado la hacía girar de un lado a otro como un insomne perpetuo. Esperaba a que se relajara y contaba los latidos de su corazón tan exactos como el tic tac del reloj. Entonces ocurría, avanzada la noche, que mis pensamientos y la modorra se fundían en un sólo estado onírico tenue y cualquier acto, o ausencia de éste, me llevaban de un lado a otro del sueño y la vigilia como si mi espíritu ambicioso no quisiera renunciar a ninguno de aquellos mundos en cuya frontera era feliz.
Ingreso básico Una mañana de junio de 2..., la señorita V entró a su laboratorio con una taza de café en la mano y un periódico en la otra. Había una foto del capitolio en primera plana y, en la esquina, un solecito se asomaba detrás de unas nubes. La señorita V no era propiamente una astrofísica, su tarea en el laboratorio consistía en vigilar los parámetros que se medían en algunas regiones estelares señaladas de antemano por el comité de científicos del observatorio. Ella desconocía los detalles pero tenía un ojo entrenado y muchos programas de computadora que la hacían saltar a veces ante las variaciones anormales en sus monitores. Dejó el periódico sobre la mesa y apuró un trago de café cuando un par de parámetros llamaron su atención. En unos comparativas entre datos correspondientes a mayo y las actuales de junio, en una estrella en particular, correspondientes a la región KOI-4878, algo parecía estar yendo muy aprisa. Hasta mayo, y desde hacía meses, la estrella tenía el ...
Hola, hitmontop. Te felicito, esta es una de las mejores aportaciones haste el momento, es por fin literatura.Saludos y continúa mejorando. Te veo en el salón de la fama. :P
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
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